En momentos como este, cuando planea sobre la sociedad dominicana otra amenaza autoritaria, es necesario refrescar las enseñanzas de la historia reciente y remota para orientarnos mejor en la acción política futura; especialmente en lo que respecta a la presencia del pueblo en las calles como factor decisivo en la correlación de fuerzas.
La insurrección de abril de 1965, para reponer el gobierno del profesor Juan Bosch, fue posible gracias a la unidad de acción de los militares constitucionalistas, la dirigencia perredeísta encabezada por José Francisco Peña Gómez, la izquierda y la participación de las masas populares.
Esa es la principal experiencia que se puede extraer hoy, y proyectar hacia el futuro, de lo ocurrido hace 53 años, uno de los momentos estelares en la historia patria. Los grupos criollos autoritarios y la misión militar estadounidense propiciaron el golpe de Estado para impedir que el pueblo disfrutara de las conquistas políticas y sociales consagradas en la Constitución de 1963, clara negación de la dictadura de Trujillo.
Los militares constitucionalistas encabezados por los oficiales Fernández Domínguez, Hernando Ramírez, Caamaño Deñó, Montes Arache, Lora Fernández, Lachapelle Díaz; los sargentos Lantigua Bravo, Méndez Batista y otros interpretaron certeramente el sentir popular de retorno a la constitucionalidad sin elecciones y entendieron bien la imperiosa necesidad de coordinar su acción con el liderazgo del doctor Peña Gómez, quien llamó a las masas a lanzarse a las calles en aquel histórico día.
La izquierda dominicana participó activamente en los combates contra la parte reaccionaria de las Fuerzas Armadas, aportando sus conocimientos en la conducción de la guerra con militantes destacados como Juan Miguel Román, Homero Hernández, Maximiliano Gómez (El Moreno), Asdrúbal Domínguez, Silvano Lora, Juan Ramón Mejía, Roberto Duvergé, Juan B. Mejía, Amín Abel Hasbún, Amaury Germán Aristy, Aniana Vargas, Enma Tavárez Justo, Milagros Ramírez de Maldonado, Norge Botello y otros que aun viven.
El hermano pueblo haitiano aportó su cuota de sacrificio en aquellos combates con el mártir Jacques Viau Renaud, del comando integrado por hombres y mujeres del vecino país.
También corrió la sangre de los entrenadores italiano y francés Ilio Capocci y André Riviere.
Esa heterogénea confluencia de fuerzas políticas y militares fue lo que hizo posible el triunfo popular, con la derrota en tres días de los militares golpistas encabezados por Elías Wessin y la dirigencia civil derechista que personificaba Donald Reid Cabral, titular del régimen represivo, corrupto y antinacional del Triunvirato.
Solo la abusiva intervención de miles de “marines”, ordenada por el presidente de EU, Lyndon Johnson, pudo contener el avance de las fuerzas populares contra los grupos contrarios a sus legítimas aspiraciones de libertades públicas y redistribución de las riquezas.
La experiencia de abril de 1965 demuestra que el pueblo dominicano sí puede alcanzar sus metas más anheladas cuando logra la unidad de acción y se hace sentir en las calles contra los obstáculos políticos que impiden su victoria.