Sex and the City: El retrato de la amistad femenina que rompió estereotipos en los 90

Durante años, el amor fue el centro de miles de series y películas. Pero a finales de los 90, cuatro mujeres neoyorquinas, con copas de cosmopolitan en mano y tacos imposibles, demostraron que no siempre se trataba de «él», sino de «ellas».
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Sex and the City, más allá de sus tramas amorosas, armarios de ensueño y frases icónicas fue, ante todo, una historia sobre la amistad. Una que ponía a cuatro mujeres distintas (en estilo, en visión del mundo y en prioridades) compartiendo algo más valioso que novios: una red de apoyo incondicional, brutalmente honesta y entrañablemente cómplice.

La verdadera historia de amor
Carrie, la narradora del grupo, podía tener altibajos con Mr. Big, pero su relación más estable era con Miranda, Charlotte y Samantha. En una ciudad caótica como Nueva York, sus almuerzos eran anclas emocionales. En cada charla, confesión o discusión se tejía una trama de sororidad que, para muchas espectadoras, fue más inspiradora que cualquier historia romántica.
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La serie mostró lo difícil que era tenerlo todo trabajo, sexo, pareja, seguridad emocional, pero también dejó claro que con amigas cerca, la vida se hacía más llevadera, incluso entre rupturas, enfermedades o embarazos no deseados.
Distintas, pero inseparables
Cada una representaba un arquetipo, sí, pero juntas rompían etiquetas. La abogada pragmática, la romántica empedernida, la liberal sin filtros y la escritora indecisa lograron algo poco común en la televisión de ese momento: mostrar mujeres hablando entre ellas sobre sus vidas, no solo sobre hombres.

En sus conversaciones cabían temas tabú como el aborto, la infertilidad, la masturbación femenina, el VIH, el duelo o el miedo a envejecer. Pero más allá de lo que decían, era cómo se escuchaban, cómo se acompañaban, lo que cimentó una lección que no ha envejecido: la amistad entre mujeres no es decorado, es protagonista.
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Con el regreso de And Just Like That…, el reboot que retoma sus vidas décadas después, muchas fans se han preguntado si el espíritu original sigue ahí. La ausencia de Samantha, interpretada por Kim Cattrall, dejó un hueco emocional imposible de llenar. Y aunque el guion ha intentado incorporar nuevos personajes y tramas contemporáneas, la química entre las cuatro originales era insustituible.

Aun así, sigue presente una idea: la vida adulta está llena de incertidumbres, pero las amistades verdaderas, las que resisten mudanzas, cambios de pareja, diagnósticos de cáncer y crisis existenciales, son el verdadero final feliz.

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Sex and the City no fue perfecta: fue criticada por su falta de diversidad, su elitismo y su visión idealizada de la vida urbana. Pero en lo que sí acertó fue en capturar esa verdad íntima y universal: cuando una mujer se rompe, son sus amigas quienes la recogen.

Y quizá por eso, tantos años después, aún hay quienes se sientan frente a la pantalla para volver a verla. No por los vestidos, no por los hombres, sino para reencontrarse con esa mesa de brunch donde, al final del día, la amistad era el mejor abrigo.