Así recuerdo la niñez con mi papá

No sabía a qué hora salía a trabajar, nos dejaba durmiendo. Recuerdo que a veces llegaba tarde, casi cuando nos íbamos a acostar.
Era recto, teníamos que hacer lo correcto, no podíamos andar en la calle, ni juntarnos con cualquiera, ni pelear, ni decir malas palabras, ni mentir. A mi casa nadie podía llevar nada encontrado o regalado en la calle, ni siquiera un lápiz.
No podía andar descalzo ni sin camisa, ni hacerme en la peluquería una «pelada caliente», ni llegar a casa con un «cerquillo extraño», eso me aseguraría una pela. Teníamos que estudiar, hacer las tareas y sacar buenas notas.
Cuando no estaba en casa, estaba trabajando o visitando a mi abuela (su mamá). A veces jugaba dominó con los vecinos. No tomaba alcohol, ni fumaba, ni decía malas palabras, ni escuchaba música.
Escuchaba la Tremenda Corte de Tres Patines, le gustaban las películas de vaqueros y de Cantinflas, leía todos los días el periódico y sus libros.
No nos faltó techo, aunque vivimos en una casa de madera con hojas de zinc. Comíamos todos los días, aunque fuera arroz con huevo y pan con chocolate.
Recuerdo los paseos a la Feria del Libro y a la heladería junto a mis tres hermanas y mi mamá; esos paseos eran fascinantes.
Nunca lo escuché quejarse por las precariedades o por lo mucho que trabajaba. Me enseñó a vivir con rectitud, a ser honesto y respetuoso.
No hay manera de devolverle todo lo que nos dio y no hablo de lo económico. Después de que me casé y tuve hijos fue cuando comencé a valorar, en su justa medida, todo lo que mi papá hizo por nosotros.
Me pregunto: ¿cómo están los padres de hoy criando a sus hijos, los que mañana serán el futuro de nuestra sociedad?
Feliz Día del Padre a todos los padres, en especial al señor Juan Matos, mi papá.