Uno se imagina a veces que todos esos actores de cine que vemos envueltos en chismes de la revista Hola son cabezahuecas incapaces de afrontar en serio las situaciones difíciles que nos presenta la vida.
Sin embargo, no en todos los casos la historia es igual. Veamos a continuación, por ejemplo, algunos de los conceptos emitidos por Kirk Douglas al responder, a sus 84 años, un cuestionario de la revista Esquire para su sección Lo que sé:
Mis hijos no tuvieron las ventajas que tuve yo en mi infancia: cuando uno viene de la pobreza más abyecta, no hay otra dirección adonde ir que no sea hacia arriba.
Sé que el amor es más hondo a medida que uno se hace más viejo.
Sé que cada hijo es diferente y que hay que darles soga, siempre: no aconsejarlos mucho y dejarlos cometer sus propios errores.
Sé que, a veces, lo que te compromete te libera.
He sobrevivido a la caída de un helicóptero, con cirugía vertebral incluida, a un infarto que casi me lleva al suicidio, tengo un marcapasos y problemas en el habla. ¿Y qué? Siempre me digo: la edad está en la cabeza. Es el único antídoto que permite seguir funcionando.
Sé que esto puede pasar: uno se muere, lo llevan frente al barbudo sentado en el trono, uno pregunta si eso es el cielo y el barbudo responde: ¿El cielo ? De ahí acaba de venir, caballero.
Todo el mundo se la pasa hablando de los viejos tiempos: Que las películas eran mejores, que los actores eran superiores, que la gente era más solidaria. Lo único que yo sé de los viejos tiempos es que ya pasaron.
Creo que recién ahora empiezo a saber quién soy.
Como si mis virtudes y mis defectos hubiesen estado hirviendo en una olla todos estos años y con el hervor se hubieran ido evaporando y convirtiéndose en humo, y lo que queda en el fondo de la olla es mi esencia, y se parece inquietantemente a aquello con lo que empecé al principio.
(Contribución de Mayra Cartagena).