SANTO DOMINGO.-Llegó al país en 1973 para administrar un “hotelito” en la provincia de Puerto Plata, pero abandonó a los quince días.

“El trabajo era temporal, la proyección era durar tres meses hasta tanto apareciera una persona que se encargara permanentemente, como apareció antes de tiempo, mi estadía allí ya no tenía sentido”, comenta Juan Abrales, un argentino nacionalizado dominicano que ha echado raíces en Santo Domingo.

Abrales nació en Mendoza, provincia argentina considerada como la capital vinícola del mundo. Lleva el nombre de su padre, quien estuvo involucrado en la gastronomía y fue muy demandado para administrar los clubes de la provincia.

Así que su pasión por la cocina y ese entorno alegre que caracteriza a los restaurantes nació al ver a su padre trabajar. “Somos cuatro hermanos, pero el único con la línea gastronómica fui yo, no realicé estudios en el área, mi conocimiento proviene de la experiencia”, señala.

Con el dinero que ganó del fugaz empleo hotelero decidió trasladarse a Santo Domingo y alquiló un solar al aire libre, ubicado en la avenida George Washington, donde montó lo que el considera como el primer puesto de “chimichurris”, se llamó, Lomitos Argentinos.

Los clientes no necesariamente abundaban, al menos al inicio. Esto le permitía dormir esporádicamente en unas tablas sostenidas por bloques de construcción.

Para entonces, la seguridad no era un problema para los habitantes de la ciudad. “Esa es una de las cosas que más lamento, nos hemos desarrollado con el pasar de los años, tenemos grandes infraestructuras, una economía pujante pero estamos inseguros”, dice Abrales a modo de queja.

Dura jornada

Su horario de trabajo era de doce horas, siete días a la semana, iniciando a las cinco de la tarde. En ese momento en que las camas adquieren su mayor atractivo, Juan Abrales se preparaba para cerrar su puesto.

“Organizaba el lugar, lo que quedaba lo metía en un saco, me lo ponía al hombro y caminaba desde la George Washington hasta la avenida México, allí vivía”.

Nada de esto le motivó a abandonar y regresar a Argentina. “Me enamoré de este país desde que llegué, en solo 15 días”, asegura.

Se hizo ciudadano dominicano a los dos años de su llegada al país.

Poco a poco los clientes empezaron a llegar, lo que le permitió permanecer en el lugar por diez años. “Ese negocio se convirtió a finales de los 70 y principios de los 80 en el restaurante de carne más exitoso que ha tenido el país. De las ganancias obtenidas me trasladé a la avenida Independencia, donde permanecí por 27 años”.

Argentinos en el país

Los argentinos que viven en República Dominicana no son porcentualmente significativos en el aspecto numérico, las estadísticas oficiales los sitúan en poco más de mil, según la Encuesta Nacional de Inmigrantes 2017.

Este dato varía al compararse con los del Perfil Migratorio de Argentina 2012, que ubica al país en el puesto 19 de una lista de 30 países, con 3, 940 nacionales argentinos.

Tradicionalmente son agricultores y ganaderos, segmento que registra el mayor porcentaje de extranjeros en el país. También se dedican a labores propias de la minería e industriales.

Asiduos visitantes

En cuanto a las visitas por razones turísticas, 221,850 argentinos visitaron el país en 2018, solo Estados Unidos, Canadá, Francia y Rusia tuvieron un número superior a esta cifra.

Así quedó reflejado en la Encuesta de Opinión, Actitud y Motivación a Extranjeros no Residentes elaborada por el Banco Central.

En las visitas temporales, así como Abrales, son muchos los que terminan decidiendo instalarse definitivamente en el país.

“El que viene aquí con buenas intenciones encuentra en qué invertir, qué hacer, qué trabajar”, afirma Abrales.

A la inversa

—1— Cantidad
En Argentina viven 6414 dominicanos, según los datos del censo argentino del año 2010.

—2— Emigración
Argentina es uno de los países de la región con más bajo porcentaje de ciudadanos residiendo en otros países, con 971,698 en 2012, equivalente a un 2.4% de la población.