Algunos artistas mueren en la indigencia. Generalmente se culpa a los vicios de los que son víctimas, sin lograr entender que hay elementos inherentes al ser humano que se convierten en causas de esa triste realidad.
Cuando se vive en una burbuja de éxitos el futuro incierto no es parte de su visión. No logran entender que el arte es un medio, no un fin, y fracasan porque los recursos que obtuvieron no los canalizaron para hacer otras inversiones con menos riesgos. El artista que no tiene otro negocio del cual vivir muere en la pobreza, pues los vaivenes sociopolíticos afectan más a la música que a cualquier otro renglón de la economía. Usted puede no ir al espectáculo que más le gusta, pero no puede dejar de comprar la comida que menos prefiere.
El negocio de la música no es para reinvertir en este lo que se gana, por eso no critico que los artistas establecidos no se preocupen por apoyar a los talentos nuevos. Ese no es su mundo y no tienen por qué arriesgar lo que se han ganado en un negocio tan inestable.
Entonces, aparecen los que apoyan. “Los Padrinos”, los que auspician, mantienen y derrumban los géneros. La mayoría de los ¨eventos exitosos¨ son producto de inversiones “apadrinadas” o por patrocinios gubernamentales o por lavado encubierto. En los ’70 el auge de la salsa llegó a la cima con “Los Padrinos”. En los ’80 y ’90 el merengue rompió todos los parámetros con el mismo apoyo, y en los últimos años el dembow y reggaetón se mantienen bajo el mismo patrón.
La música ha sido siempre el negocio y la vitrina de “Padrinos”, que usan a los talentos como un medio, y en la mayoría de los casos estos se creen la película, hasta que despiertan con una terrible pesadilla que los lleva a morir en la indigencia. Aquellos artistas que supieron navegar en ese mar tormentoso lograron llegar al puerto seguro de una vejez tranquila o de un retiro decoroso.