Burg al Arab, Egipto.- Cleopatra, la última faraona de Egipto, se suicidó el 14 de agosto del año 30 a. C., después de que su amante Marco Antonio falleciera en sus brazos.
Desde entonces, el destino de sus restos mortales ha sido un enigma que la arqueóloga dominicana Kathleen Martínez asegura estar a punto de resolver.
Martínez habla con la ilusión contagiosa de un iluminado y la convicción de alguien para quien el futuro no fuera un misterio, mientras explica los detalles de su excavación, que comenzó hace una década en la ciudad ptolemaica de Taposiris Magna, donde aun quedan en pie los muros caducos de un templo dedicado a la diosa Isis.
“Cleopatra era la representación viviente de Isis, por lo tanto, se tenía que hacer enterrar en un templo de Isis”, asegura la arqueóloga.
Diez años atrás, explica, la misión arrancó con cinco objetivos- “El primero, demostrar que el templo fue construido al inicio de la dinastía griega; el segundo, que funcionó como templo por muchas centurias; el tercero, demostrar que fue centro importantísimo de adoración de la diosa Isis; el cuarto, demostrar que tiene túneles y pasadizos y cámaras subterráneas; y el quinto, encontrar la tumba de Cleopatra y Marco Antonio».
Sólo le queda por cumplir el último de ellos, el que empujó a Martínez a dejar su profesión de abogada en República Dominicana y embarcarse hacia Egipto para comenzar la aventura de su vida.
“Taposiris Magna reúne todas las condiciones (para haber sido elegido por Cleopatra como el lugar donde ser enterrada), no hay ningún otro templo, mausoleo o estructura que tenga las condiciones de Taposiris Magna”, sentencia Martínez, para quien “Cleopatra nunca le temió a la muerte, pero sí al anonimato».
La arqueóloga, que es incapaz de ocultar la admiración que siente por Cleopatra VII, insiste en que cuando la reina egipcia se suicidó haciéndose morder por una áspid, cuando ya había sido derrotada por las tropas del Ejército romano, daba comienzo a un ritual religioso que debía concluir con su enterramiento en un templo dedicado a Isis.
Con la revelación, este año, de una estela del faraón Ptolomeo V, el “hallazgo más importante” en los dos lustros de trabajos, se constata, según la doctora dominicana, tanto la importancia que tuvo el templo, como su dedicación, precisamente, a la diosa egipcia.
La estela “es exactamente igual a una inscripción que existe en el templo de Philae (en Luxor), donde el faraón entrega toda la tierra y los productos del templo a la diosa Isis”, declara.
Los túneles ocultos bajo Taposiris Magna, situada al suroeste de Alejandría, en una lengua de tierra entre el Mediterráneo y el lago Mariut, la convertían, además, en el lugar perfecto para que Cleopatra pudiera descansar eternamente junto a su amante Marco Antonio sin temer que sus restos fueran profanados por sus enemigos.
A Martínez le acompaña un equipo de siete expertos, entre ellos la egipcia Sara Saber Abdalá, especialista en la datación de restos biológicos y que trabaja en un cercano cementerio, entre el templo de Isis y una réplica del mítico faro de Alejandría.
Entre las paredes derruidas del santuario, Abdalá explica que por las técnicas de momificación y el material con el que fueron envueltos los cuerpos, se puede concluir que los enterramientos datan del último periodo ptolemaico y el primero romano.
Por su parte, Martínez, en el interior de una de las tumbas recientemente excavadas, incide en que por el hecho de que hayan sido cavadas en terreno sagrado, solo se puede tratar de enterramientos de altos funcionarios de la corte. Sin tanto entusiasmo como la dominicana, el ministro egipcio de Antigüedades, Mahmud al Damati, considera que la presencia de estas tumbas nobles podría indicar la existencia de tumbas reales, aunque advierte de que “tendrá que ser el trabajo (de Martínez) lo que lo determine».
Tras esta década de excavaciones, en su mayor parte autofinanciadas, Martínez, que cuenta con el respaldo de su embajada en Egipto, bromea recordando sus duros comienzos en Taposiris Magna, donde ya recalaron otros arqueólogos.
Cuenta que, en aquel entonces, “se pensaba que el templo nunca se había terminado”, por lo que, cuando comenzó a excavar -después de convencer a los responsables del Consejo Supremo de Antigüedades egipcio- numerosos profesionales se burlaron de ella.
“Desde la República Dominicana, tener ideas no es tan fácil, muchas de las personas cercanas a mí, incluida mi familia, pensaban que estaba pasando por un problema mental”, confiesa.
Ahora, con el respeto ganado, la publicación de dos trabajos en mente y pensando en formar a jóvenes arqueólogos latinoamericanos en Taposiris Magna, continúa buscando a Cleopatra y defendiendo la fuerza de las ideas.
“Quiero transmitir, a través de mi experiencia, que las ideas no tienen nacionalidad y que todos tenemos la oportunidad de soñar”, concluye.