Sé que muchos lectores de esta columna se escandalizarán con el título que le he puesto: Aprendiendo creole.
¡Cómo! dirán-, pero este hombre se ha vuelto loco
¿para qué aprender el dialecto de los haitianos? ¡Que aprendan ellos a hablar español!.
Craso error. Aún admitiendo que la inmigración de haitianos indocumentados constituye en cierto modo una especie de agresión para nuestro país, lo más sabio es estar mejor preparados que ellos a la hora de buscar soluciones al problema, cualesquiera que sean.
Mal que bien, los haitianos que han logrado instalarse de este lado de la frontera se hacen entender en español, mientras la mayoría de los dominicanos no logramos entender ni hacernos entender en creole. En consecuencia, estamos en desventaja.
Dice un sabio aforismo: Un hombre que habla un idioma es un hombre. Uno que habla dos idiomas, son dos hombres. Y si habla tres idiomas, son tres hombres.
Todo lo dicho más arriba es para felicitar al teniente general Pedro Rafael Peña Antonio, secretario de las Fuerzas Armadas, por su anuncio de que los oficiales egresados de las academias militares del país recibirán clases de creole, para así poder interactuar con los haitianos que habitan del lado dominicano.
Al César lo que es del César. Se trata de una medida inteligente que quizás sea muy criticada por algunos sectores que piensan arrogantemente y con prejuicios, pero que vale mucho la pena aplicarla, aunque sea pagando ese alto precio de impopularidad. Pero, como dice un amigo mío, no se llega a ciertos cargos para ganar un concurso de simpatía.