Aprender de los mayas

Aprender de los mayas

Aprender de los mayas

Federico Alberto Cuello

40 años de sequía precipitaron el colapso de los mayas. Atrás quedó una gran civilización que en su apogeo albergó 11 millones de personas, dejando hace 1,220 años carreteras pavimentadas, ciudades amuralladas y pirámides incomparables en un territorio equivalente al de la Inglaterra medieval, incluyendo parte de Honduras y El Salvador, toda Guatemala y Bélice así como el Yucatán mexicano.

Su preciso calendario, su avanzada astronomía, sus aportes matemáticos y su historia escrita son testimonio de que la civilización también es posible en los trópicos.

Nuestra isla, con el doble de la población maya en un terreno cinco veces inferior, confronta con urgencia la necesidad de gestionar mejor el agua.

La constitución que rige para casi 11 millones de dominicanos confiere el derecho al “uso y goce sostenible de los recursos naturales”. Aún así, el país consume más agua—cultivando productos irrigados por inundación y teniendo una población mayoritariamente urbana— de la que recibe por las lluvias, con hasta 9 meses anuales de sequía.

Por si fuera poco, según INAPA 65% del agua se pierde “en fugas por el mal estado de la infraestructura” y el “uso inadecuado en los hogares”.

Para el Banco Mundial, nuestros acueductos y alcantarillados no suministran servicios eficientes, confiables ni de calidad. El tratamiento de aguas negras en Santo Domingo cubre apenas 3% del volumen total, pese a llegar a 95% de los hogares. En el resto del país la cobertura es menor.

En La Altagracia—provincia que alberga nuestra principal infraestructura turística y aeroportuaria— 1 de cada 5 hogares tiene acceso al agua potable y 3 de cada 5 lo tiene al saneamiento.

En la ONU, reafirmamos en 2015 nuestro compromiso con “el derecho humano al agua potable y al saneamiento” para lo cual “conservaremos y utilizaremos de manera sostenible los recursos hídricos…confrontaremos la escasez y la polución del agua» y reduciremos el impacto negativo de las actividades urbanas a través del “uso más eficiente del agua”. Por ello, con el 6to. objetivo de desarrollo sostenible, aseguraremos para el 2030 “la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”.

Del otro lado de la frontera, casi 11 millones de haitianos confrontan la desforestación y la carencia de agua potable y saneamiento. La resequedad de sus ríos y la erosión de sus tierras continúan empujándolos hacia zonas más fértiles y mejor irrigadas de la isla. Su único río todavía caudaloso, el Artibonito, nace precisamente en nuestra Cordillera Central, zona justamente protegida por ser también cuna de casi todos nuestros demás ríos.

El declive de los mayas comenzó cuando cambió el patrón de lluvias, acelerando la migración hacia el Yucatán. Cada vez más personas ocupaban cada vez menos tierras, cuya fertilidad no aseguraba la alimentación generalizada. Cuatro décadas de sequía, hambre y sed terminaron lo que no pudo hacer la guerra.

Evitemos el destino de los mayas. Que la nueva ley de aguas acelere el cumplimiento de nuestra constitución y de la agenda 2030 de la ONU, consolidando la paz y la prosperidad del porvenir.



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