Aprender

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Aprender

Ana Blanco

Cada día aprendo algo nuevo, descubro personas que me aportan y lo recibo con gratitud. Me gusta leer, estudiar, estar al día de todo.

Me da una satisfacción enorme nutrirme de todo lo que me rodea y ser capaz de hablar de cualquier cosa porque tengo conocimiento o deseo tenerlo.

En este camino también me encuentro con todo lo contrario: personas que creen saberlo todo y no están abiertas a un aprendizaje continúo y positivo. Y no deja de sorprenderme cómo se cierran pensando que son poseedores de una sabiduría perfecta.

Creo que se nos está aniquilando la capacidad de tener curiosidad por las cosas.
El pensar que todo está al alcance de un clic nos está atrofiando el cerebro.

La tecnología es una herramienta maravillosa, una puerta abierta al aprendizaje, pero nunca va a poder sustituir el genuino deseo de aprender, de preguntarnos el porqué de las cosas, de abrir la mente cada día a que llegue información de cualquier fuente y no quedarnos con lo que ya sabemos o pensar que si necesitamos saber algo solo tenemos que entrar en la computadora y ponerlo.

Es para mí hasta algo de estilo de vida, que forma parte de lo que soy y de cómo veo mi vida. Parece algo simple, pero si te paras a pensarlo y te pregunto: ¿cuántas veces permites que alguien te enseñe algo en este día a día tan rápido? Estoy segura que la respuesta es corta.

Y no es que quiera imponer, simplemente quisiera que las personas seamos capaces de seguir creciendo, aprendiendo sin importar la edad, sino como algo que siempre nos va a acompañar.
Que cada día sirva para ser un poco más sabios, no solo de datos, sino también de experiencias. Pero para eso hay que abrir puertas, no cerrarlas.