Apellidos, ¿para qué?

Apellidos, ¿para qué?

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El cumbanchero espíritu caribeño nos brota hasta por los poros, eso nadie lo puede negar. Una de las formas en que se manifiesta con mayor espontaneidad esa peculiar característica nacional es la manera confianzuda que utilizan los periódicos para referirse a las personalidades que protagonizan las noticias.
El lector común de periódicos, así como el radioescucha o el televidente ordinario, no tiene que hacer el menor esfuerzo para saber a quién se refiere un medio de comunicación cuando habla, por ejemplo, de Agripino, de Roberto, de Leonel o de Margarita, a secas.
Tampoco hay que ponerle apellidos a Miguelito, a Juancito, a Reinaldo, a Temo, o a Vincho. Como tampoco a Milagros, a Hipólito, a Celso, a Freddy, a Orlandito, a Danilo, o a Melanio.
Podría llenar páginas enteras transcribiendo nombres que no necesitan apellidos, por lo menos en el patio en que nos desenvolvemos.
La pregunta que se me ocurre plantear a la luz de lo comentado más arriba es: ¿constituye un irrespeto llamar a esas celebridades como si fueran nuestros íntimos amigos de la infancia, o es, por el contrario, un rasgo característico de nuestra personalidad, que debemos conservar?
Mientras se dilucida la cuestión, propongo que continuemos fieles a la costumbre. Después de todo, no le hace daño a nadie, y a nosotros los periodistas nos facilita muchísimo el trabajo.



El Día

Periódico independiente.

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