Santo Domingo.- Para muchas personas la idea de emprender un negocio en nuestro país viene a ser en estos días casi una utopía, debido a la gran cantidad de trámites a seguir y dinero a invertir.
Sin embargo, para Anny Fernández crear su academia de ballet, simplemente fue necesaria la ilusión de que paso a paso lograría formar niñas en un lugar donde aprendieran y disfrutaran el arte de la danza.
Con apenas 21 años, Fernández tenía tres empleos, pero esta no era su meta y la incertidumbre de abrir su escuela la llevaron a abandonar uno de ellos para dedicarse a su proyecto de vida.
Esta profesional de ballet narra que hizo presupuestos que se quedaron muy cortos a la hora de ejecutar su idea y que ni siquiera los préstamos que obtenía eran suficientes para cubrir los gastos de la reciente escuela.
“Continué el proyecto, pero empezar conlleva mucho dinero y tú tienes que invertir, pero también recibí mucha ayuda de mi esposo y mi familia”, dijo.
Esta joven comprendió que para crecer necesitaría esfuerzo, dedicarse con pasión a enseñar ballet y tener la fe en Dios que sin importar las circunstancias su sueño más que una empresa crecería.
Antes de que la escuela cumpliera un año y con solo 10 alumnas, Fernández pasa por un momento donde lo que ingresaba no era suficiente para costear los gastos y por si fuera poco en ese momento pierde sus dos empleos restantes.
Esta situación quizás pudo ser la oportunidad de abandonar la escuela con la excusa de buscar un nuevo empleo para subsistir, pero no fue así y fue la ocasión perfecta para entregarse por completo al proyecto.
“Me sentaba en el escritorio a pensar nuevas estrategias, pues yo regaba los volantes, yo era la secretaria, la que limpiaba, la profesora, yo era todo”, expresó la maestra mientras recordaba.
“La necesidad es la que te impulsa a aprender cosas, uno lo que tiene que estar es abierto a aprender y no cerrarse”, aseguró.
Etapa de crecimiento
Al pasar el tiempo el crecimiento de la escuela fue el indicativo de que debía asignar algunos de sus roles a nuevos empleados y asumir un papel determinante en su empresa: la directora.
“Hay que esforzarse mucho, uno no se puede dejar caer por el cansancio.Tu mente tiene que estar activa a continuar, a innovar, a buscar ideas. No todo tiene que ser estático”, aseveró.
La bailarina explica que ella era la sorpresa de algunos padres que inscribían a sus pequeñas en la escuela ante la duda de que a su corta edad pudiera desempeñar satisfactoriamente sus funciones.
“Los padres llegaron a quedarse en las clases porque necesitaban ver que yo si podía y muchos al final se me acercaban y me decían: yo pensaba que tu no podías dar clases o ser la directora”, enfatizó.
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La Academia de Artes Anny Fernández hoy cuenta con una matrícula de 200 niñas y la escuela que abrió sus puertas con la visión de impartir clases de ballet en la actualidad ofrece además clases de pintura, violín y guitarra.
“Yo estoy haciendo algo que a mí me gusta hacer, al inicio aunque no me gustaba yo me levantaba todos los días y rezaba por la idea que todo era para subir la escuela”, dijo tras asegurar que la perseverancia y la fe han sido la clave para mantener estable su academia.
La profesora de ballet piensa que lo importante de un negocio no es crearlo sino mantenerlo e innovar, por eso tiene la idea de crear “FundArte” una fundación que junto a la escuela brindará a niñas de escasos recursos la oportunidad de aprender las disciplinas que enseña.
Al conmemorarse hoy el Día Internacional del Trabajo, Anny Fernández considera que las personas sin importar cuál sea su personalidad o situación deben proponerse metas, tener la disposición de realizarlas y persistir hasta alcanzar lo que se quiere.
Aquí le mostramos un recuento del espectáculo «Una Navidad en el Bosque» con las alumnas de Anny Fernández.