La política es un asunto tan terrible que ni siquiera un premio como la Consultoría Jurídica del Poder Ejecutivo desata los nudos con que la pasión amarra la razón cuando se carece del principal atributo del auténtico jurista: conciencia clara.

Recientemente, en fecha que inexplicablemente enculilló al denunciante Guido Gómez, la Procuraduría General desestimó su querella atribuyendo ilícitos graves a Andy Dauhajre por rendir servicios profesionales sucesivamente a la CDEEE y Odebrecht.

En un bien sustentado auto de 15 páginas, se ordenó el archivo definitivo de la acusación del connotado político contra el reputado economista, porque “no existe ningún hecho que caracterice ilícito penal alguno o que amerite la puesta en movimiento de la acción pública”.

El denunciante, creyendo que su mera enunciación justificaría que la Procuraduría haga de acusador zombi, desdice su cabalidad al ignorar que cuando investiga, como hizo exhaustivamente, el Ministerio Público está obligado a reconocer hallazgos que puedan descargar al imputado.

Ahora cada cual a lo suyo, uno politiqueando escandalosamente y otro enorgulleciendo a familia y amigos.