- Publicidad -

- Publicidad -

Byron y Cabot: la psicología del morbo y el placer oculto de ver caer a otros

INFIDELIDAD EN EL TRABAJO

Cuando se viralizó el video que mostraba al CEO de Astronomer, Andy Byron, y a la gerente de Recursos Humanos de la empresa, Kristin Cabot, compartiendo un momento romántico durante un concierto de Coldplay, pese a que ambos estaban casados, las redes sociales reaccionaron con velocidad implacable: se viralizó el contenido, llovieron opiniones, y no faltaron los juicios morales.

Te invitamos a leer: ¿Se debe considerar infidelidad el coqueteo por redes sociales?

En menos de 24 horas, lo que comenzó como una escena íntima entre el público de un estadio se transformó en un espectáculo global. Detrás del morbo y los memes, se esconde una pregunta más estructural: ¿por qué los casos de infidelidad generan tal nivel de fascinación colectiva?

La escena fue captada por la «kiss cam», donde ambos ejecutivos aparecen abrazándose y reaccionando con incomodidad al verse proyectados en las pantallas gigantes. La incomodidad fue notoria, pero ya era tarde.

El fragmento se viralizó en redes sociales y fue incluso comentado por el vocalista de la banda, Chris Martin, lo que multiplicó su alcance. No solo se trataba de una muestra pública de afecto: el trasfondo de una presunta infidelidad laboral y conyugal le añadió un peso narrativo irresistible.

El terapeuta sexual y de parejas Julio Sánchez explica que este tipo de episodios activan lo que la psicología social denomina “la lógica del espectáculo”. En la cultura digital, la intimidad, especialmente de personas con poder o visibilidad, se convierte fácilmente en contenido.

“La infidelidad tiene todos los elementos narrativos que el público busca: deseo, secreto, traición y castigo. Es, en sí misma, una historia que genera reacción inmediata”, señala.

¿Una necesidad de reafirmación moral?

A ello se suma una dimensión proyectiva: ver la caída de figuras admiradas o exitosas permite que algunas personas se posicionen como superiores desde el punto de vista moral.

“En muchos casos, criticar al otro es una forma de reafirmar los propios valores, incluso si esos valores no siempre se cumplen. Es una estrategia de defensa emocional que opera desde la contradicción”, agrega Sánchez.

La viralización de este tipo de imágenes se convierte en un acto de violencia simbólica, explica el especialista: “La exposición pública no consensuada perpetúa dinámicas de poder que ridiculizan y despojan a la persona de su dignidad”.

No se requiere agresión física para que el daño ocurra; basta con el juicio constante, la burla colectiva y la imposibilidad de controlar la narrativa personal.

Las consecuencias emocionales suelen ser profundas. Según Sánchez, quienes son expuestos en estos contextos pueden experimentar humillación, ansiedad, culpa, miedo, aislamiento y trastornos del estado de ánimo, como depresión.

En casos más severos, la persona puede sentirse paralizada por el escrutinio social constante y perder la capacidad de reconstruir su imagen pública y profesional.

Qué dice Recursos Humanos: políticas y vacíos legales

Desde la perspectiva organizacional, la experta en Procesos y Recursos Humanos, Katia Lockhart sostiene que el impacto es también estructural: “Cuando una relación extramarital ocurre entre altos ejecutivos de una empresa, el daño trasciende lo personal. Se erosiona la confianza interna, se altera el clima laboral, y se puede generar percepción de favoritismo o injusticia”.

Lockhart aclara que, en muchos países, incluyendo República Dominicana, no existen leyes laborales específicas que prohíban las relaciones románticas entre colegas. Sin embargo, las organizaciones tienen el deber de establecer protocolos éticos claros.

“Debe haber políticas que regulen este tipo de relaciones, especialmente si implican jerarquías. En algunos casos, puede considerarse la reubicación o la desvinculación de una de las partes para proteger la integridad institucional”, explica.

También resalta la importancia del rol que ocupa Recursos Humanos: “Es el área que debe modelar la ética y regular la conducta interna. Si quien establece las normas las incumple, se pierde legitimidad, y eso mina la estructura cultural de la empresa”.

Lockhart advierte que, para quienes ocupan altos cargos, la vida privada y la profesional no están completamente separadas: “El liderazgo conlleva una responsabilidad simbólica. No se trata de moralismos, sino de coherencia. Las acciones personales, cuando se hacen públicas, impactan la credibilidad y la reputación profesional”.

No solo ellos caen: el daño silencioso a parejas que quedan fuera del foco

Casos similares en el pasado han demostrado cómo este tipo de escándalos pueden marcar carreras enteras. El ejemplo del golfista Tiger Woods, quien en 2009 enfrentó una ola de críticas por múltiples infidelidades, culminó en la pérdida de patrocinadores, una pausa en su carrera deportiva y una larga rehabilitación pública. Su vida privada fue tratada como espectáculo durante años.

También está el emblemático caso del presidente Bill Clinton y la pasante Monica Lewinsky en 1998. La relación entre ambos se convirtió en uno de los escándalos políticos y sexuales más mediáticos de la historia contemporánea. Aunque Clinton sobrevivió al juicio político, su imagen pública quedó afectada, mientras Lewinsky sufrió estigmatización durante décadas.

Más recientemente, episodios como la ruptura entre Shakira y Gerard Piqué, la confesión pública de Adam Levine o las infidelidades del rey emérito Juan Carlos I demuestran que la cultura del morbo no distingue entre celebridades, políticos o ejecutivos. Lo privado se convierte en contenido viral, y el juicio público rara vez perdona.

Pero mientras las miradas se posan sobre quienes protagonizan estos escándalos, poco se habla del daño colateral: las parejas que fueron traicionadas.

Tanto Byron como Cabot están casados, y aunque no aparecieron en el video, sus respectivos esposos y esposas también quedaron expuestos al mismo juicio mediático, esta vez desde el lugar del dolor íntimo y la humillación silenciosa.

En muchos casos, estas personas deben enfrentar la traición, el escrutinio social y la atención pública sin haber cometido ninguna falta.

El escándalo, entonces, se convierte en un fenómeno de múltiples capas: hay daño emocional, institucional, reputacional y moral. La viralización de la infidelidad no solo destruye la imagen de quienes la cometen, sino que arrastra con ella a sus familias, sus colegas y sus entornos. Y en esa dinámica, el juicio moral se convierte en entretenimiento, y el sufrimiento ajeno, en espectáculo.

Etiquetas

Katherine Espino

Periodista digital. Community Manager. Locutora.

Artículos Relacionados