Al retorno de la Semana Santa, periodo otrora de recogimiento que se ha perdido, intentamos una entrega ligera de esta columna. Es a propósito del fallecimiento el martes 4 del actor mexicano, nacido en República Dominicana, Andrés García.
Unos pocos días después del cierre de los exitosos Juegos Nacionales de Mao 1997, el entonces secretario de Deportes, don Juan Marichal, hizo un viaje a Miami con el propósito de visitar talentos de orígenes dominicanos en universidades y centros secundarios de la Ciudad del Sol, con el potencial para representar a nuestro país en eventos del ciclo olímpico.
Los inmortales del deporte Eduardo Gómez y Hugo Cabrera, sobretodo el primero, encargado de Deportes por la Sedefir en Florida, coordinaban estas gestiones. Marichal viajó acompañado del entonces viceministro Felipe Payano y quien escribe como periodista.
Se programó una rueda de prensa en Victor’s Café y al arribo al restaurante se encontraron con Andrés García. Hubo una gran empatía entre el actor, el inmortal de Cooperstown, “el Inmenso”, “el Jay” y un Eduardo que estuvo más atento a la organización del evento.
Eran como celebridades de diversas faenas que compartían nacionalidad, pero que no se habían visto nunca. Un fotógrafo pidió una toma de los famosos juntos. García, para no evidenciar su estatura sugirió, entre risas, que él y Marichal subieran en sillas “para no vernos tan pequeños delante de estos gigantes”.
Preservamos dicha foto con Hugo y Payano desde la izquierda, Andrés García y Juan Marichal sobre sillas, todos con amplias sonrisas. Esta toma quedó como anécdota de aquel intento de localizar potenciales atletas para nuestras selecciones, pues solo quedó en buenas intenciones.
En lo personal, de tal misión nos quedó la satisfacción inmensa de conocer a Bob Beamon, el legendario estadounidense que casi 45 años después preserva el récord olímpico de salto de longitud (8,90 metros) impuesto en los Juegos de México 1968.
Hay que consignar, que la marca universal le perduró a Beamon por 23 años, hasta que otro afroamericano, Mike Powell, lo elevó a 8,95 en el Mundial de Atletismo de Tokio 1991, el cual sigue vigente.
Conocer y estrechar la mano de Beamon nos lo facilitó Eduardo Gómez. Estando en su residencia tuvo una llamada telefónica en inglés y con frecuencia pronunció algo así como “Bimen”. Al final le preguntamos si hablaba del famoso atleta. Nos contestó que era su amigo, que había estado en Dominicana, lo llevaron a Barahona y que estaría en la rueda de prensa.
Cuando le comentamos que era mi “ídolo”, prometió presentarnos con él. El inmortal del baloncesto cumplió su palabra y como prueba preservamos una foto con el legendario Bob Beamon.