*Por Homero Luciano
Cuando llegas a Chile, te encuentras con diversas e interesantes realidades que conforman el rico acervo cultural de ese país maravilloso. Una serie de expresiones idiomáticas afloran de “inmediato”, las que imperativamente tienes que diariamente incorporar. Confieso que una de las expresiones mas cotidianas y que desde un principio nos llamó particularmente la atención fue: ¡Altiro!.
Esta locución, que inicialmente fue considerada como un chilenismo, está configurada como un adverbio con sentido temporal de inmediatez o cercanía. Los dominicanos por ejemplo graficamos esa cercanía con una locución beisbolera muy socorrida, “A tiro de hit”.
El resultado de esta construcción idiomática, va de la mano de un proceso evolutivo de gramaticalización del sustantivo núcleo “tiro”, para conformar la pieza adverbial “altiro”, tal como se conoce hoy, y que, según nos cuentan, su uso se remonta desde los tiempos de la colonia española, donde“ en el cerro principal de Santiago, llamado entonces el Cerro Huelén, (actualmente cerro Santa Lucia), se disparaba un TIRO justo al mediodía, el cual era escuchado en prácticamente toda la ciudad, y como la gran mayoría de la gente no tenía reloj, esta era la forma de coordinar la junta familiar para el almuerzo.
De esta manera, todos estaban presentes, al escuchar el “tiro». Es por ello que los chilenos todo lo hacen ¡Altiro!
En esos procesos evolutivos del lenguaje en que surgen vocablos que se incorporan al idioma y que, la lingüística se encarga de identificar, clasificar y estudiar, permite que lingüistas Chilenos de varias generaciones se hayan empeñado en estudiar y promover las expresiones idiomáticas que los identifican como tal, y “ALTIRO” ha sido una de esas locuciones que para todo chileno se constituye en una especie de “cédula de identidad”.
El pasado mes de marzo los chilenos recibieron con gran alborozo la noticia de que “Altiro” como locución adverbial, había sido incluida oficialmente en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), y esto es una muestra de que la lengua no es estática, evoluciona con el tiempo como la sociedad misma. Nuestra lengua es un tesoro, tal como acertadamente lo declaró en sus memorias el gran Neruda:“!…Qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos. Se llevaron el oro y nos dejaron el oro. Se lo llevaron todo y nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras…!”