Algo huele mal en la Suprema

Algo huele mal en la Suprema

Algo huele mal en la Suprema

 

Minutos antes de que en la Sala Augusta de la Suprema Corte de Justicia el presidente del organismo, don Mariano Germán, proclamara muy orondo que se podía retirar del cargo “con la satisfacción de haber cumplido su rol, con entereza, decoro, responsabilidad, valentía, independencia y probidad”, fuera del edificio un grupo de manifestantes hacía una singular protesta: un bombardeo de fundas llenas de heces fecales.

Que la gente se descargue y por lo bajo o en las redes sociales lance improperios y maldiciones contra el sistema judicial dominicano ya es parte de nuestra cotidianidad, pero lanzar excremento contra el edificio que aloja a la cúpula del Poder Judicial es un acto poco común en cualquier parte del mundo.

Esta acción, con la cual usted o yo podríamos estar o no de acuerdo (pues siempre es desagradable hablar de los fétidos desechos humanos), refleja de algún modo el sentir de un sector importante de la población, que le ha perdido el respeto a los miembros de la Suprema Corte, independientemente de que aun haya dos o tres honorables entre ellos.

Dependiendo de a quién beneficie o perjudique, la decisión de los jueces siempre tendrá detractores y defensores. No importa si se trata de Jesucristo y Barrabás.

Pero lo cierto es que nunca antes la Justicia dominicana había caído a niveles de descrédito semejantes, y eso es muy grave.

Los dominicanos están hastiados de la corrupción y la impunidad. De ver cómo ciertos jueces envían a prisión a un infeliz por el robo de ocho chinolas, mientras se trata con paños tibios a los implicados en el caso Odebrecht, uno de los casos de corrupción más grandes de la historia, a pesar de que la empresa admite haber pagado sobornos a legisladores y funcionarios para obtener contratos para la realización de 17 obras que luego fueron sobrevaluadas de forma escandalosa.

Jueces que mandan a la cárcel de Najayo a un ladronzuelo de barrio por el robo de un celular, mientras los jueces no hayan qué hacer con los implicados en el caso de los aviones Super Tucano. En los casos anteriores, como en tantos otros, quedó confirmado que -como decía el bardo español Francisco de Quevedo- “menos mal hacen los delincuentes que un mal juez”.

Después de protagonizar el simbólico bombardeo de mierda contra la Suprema Corte, el vocero del Falpo, Gabriel Sánchez, lanzó una frase lapidaria: “Estamos protestando porque esta es una Justicia de mierda”.

Esta afirmación, que la dominicana es una Justicia de mierda, es para algunos extremistas un acto terrorista del Falpo, una ofensa inmerecida; y para otros una cruda metáfora que al final es una redundancia.

Antes de escribir este artículo, a quien comenté el caso, este muy seriamente se lamentó de que los manifestantes y su maloliente artillería no haya sido más abundante: “deberíamos ir todos en camiones volteo llenos de excremento (él dijo mierda, pero yo aquí tengo que mantener la elegancia) y la tiramos frente a la Suprema, eso es lo que se merecen”.

En honor a la verdad hay que decir que en parte la corrupción y el descrédito de nuestros jueces es responsabilidad de políticos que nombran como jueces a incondicionales para blindarse en caso de que se les quiera hacer justicia.
Como reza el Talmud de los judíos, “desgraciada la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”.



German Marte

Editor www.eldia.com.do

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