Alexander Soljenitsin: un hombre que sobra

Alexander Soljenitsin: un hombre que sobra

Alexander Soljenitsin: un hombre que sobra

Wilfredo Mora

En 1988, supe realmente de Alexander Isayevich Soljenitsin, más allá de mi ignorancia sobre el gran escritor, al volver a leer uno de sus libros y al domiciliarme luego de concluir mi primer año preparatorio, en la ciudad de Rostov del Don, en la avenida Sorge, frente al Instituto Ténico-mecánico, lugar donde el escritor ruso estudió ingeniería, y pasó los primeros años de su juventud.

Soljenitsin se graduó en 1941 y ese mismo año sirvió en el Ejército soviético en el Cuerpo de Transportes, como Oficial artillero. Entre 1950-60, empezaría para él todo el oprobio del estalinismo soviético y un exilio de más de 20 años de vida de destierro y de amenazas por todas parte del mundo.

Ni siquiera el Premio Nóbel que le fue concedido cinco años después de Shólojov, en 1970, le proporcionó seguridad y paz.

No asistió a la Academia sueca por temor de ser apresado. Pero en cambio asombró al mundo entero con la publicación del “Archipiélago Gulag”, cuya primera parte se dio a conocer en diciembre de 1973, bajo circunstancias que lo alejaron de su patria.

La muerte de Stalin, en 1953, tras ocho años de cautiverio en la Lubyanka, y los primeros años de su cautiverio los pasó en varios campos, hasta que gracias a sus conocimientos matemáticos fue a parar a un centro de investigación científica para presos políticos vigilado por la Seguridad del Estado, no significó el final de aquel tormento.

En 1950 fue trasladado a un campo especial en la ciudad de Ekibastuz, en Kazajistán, donde se gestó “Un día en la vida de Iván Denísovich”.

Los hechos tumultuosos que se desataron en Francia, con la publicación del Gulag hizo que se trasladara, entonces a Estados Unidos, lugar donde continuó escribiendo y publicando antes de regresar a la madre Rusia, en 1994.

Fue un espíritu rebelde, o un intransigente que con su extraordinario valor se aseguró su lugar en la historia como héroe, profeta y probablemente como el más grande escritor ruso del siglo XX.

Odiado por sus propios compatriotas, paulatinamente encarnó la conciencia del pueblo ruso, que sufrió las falacias del Partido y la demagogia de muchos políticos apócrifos. Justamente, sus primeros trabajos, confiscados y publicados a duras penas, fueron “Nunca cometemos errores” (1963) y “Por el bien de la causa” (1964).

En 1969 fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos por denunciar que la censura oficial le había prohibido varios trabajos, pudiendo apenas publicar las novelas.

Un libro titulado “El peligro mortal” trata de los errores de los occidentales sobre lo que está pasando en Rusia. Premio Templeton (1983).

En 1995 regresó a la Patria con fines políticos, pero sufrió un gran revés. Estaba convirtiéndose en otro escritor: “Cómo reorganizar Rusia” (1990), “El problema ruso: al final del siglo XX” (1992), “Rusia bajo los escombros” (1992), “La rueda roja”, tetralogía compuesta por “Agosto 1914”, “Octubre 1916”, “Marzo 1917” y “Abril 1917” y “El error de Occidente”.

En 2007 el Kremlin le confirió uno de los más grandes honores, al otorgarle el Premio Estatal de Rusia por su labor en el ámbito humanitario. Justamente hoy, lamentamos su muerte.



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