Camboya.- Hechiceros capaces de colocar un alfiler en el estómago de su enemigo, brujos cuya cabeza vaga por la noche separada del cuerpo y espíritus que protegen o atormentan, son ejemplos del temido mundo sobrenatural en Camboya.
Cuando la hija de un jefe de la aldea Ket Thom quedó embarazada, vio en sueños al que se consideraba el brujo del pueblo, un presagio de mala suerte que se cumpliría cuando murió junto a su bebe en el parto, igual que había sucedido a otras mujeres encinta.
“Algunos aldeanos vieron el espíritu (del brujo) y a veces sólo la cabeza sin el cuerpo y después de visitarlos la persona que iba a dar a luz falleció” explica a Efe Roctom Pean, padre de la fallecida y líder de 73 años de esta comunidad de etnia jarai.
La pequeña aldea está cerca de Banlung, capital de la provincia de Ratanakiri, en el noreste del país, donde cerca de la mitad de la población pertenece a minorías étnicas, cuyas creencias se basan en el animismo, muy extendido en toda Camboya junto al budismo.
Convencidos en otro caso de que uno de sus vecinos es un maestro de magia negra, o “Kru thmup” en lengua jemer, los aldeanos decidieron expulsarle de la comunidad, una medida benigna ya que en muchos casos los sospechosos de brujería son asesinados.
“La gente está muy asustada. Tenemos miedo porque no podemos tocarlo y algunos no podemos verlo. No es como el búfalo o el cerdo que podemos verlos y matarlos cuando intentan embestir, pero con una persona como esta cuando nos ataca no lo vemos”, dice Roctom Pean.
Ahora el hombre acusado de brujo y su familia viven en una plantación a pocos kilómetros del pueblo, sin la posibilidad de escapar del estigma ya que “algún día sus hijos heredaran la magia del padre”, añade.
En lo que va de año ha habido casos de asesinatos a sangre fría en zonas rurales de otras provincias como Moldukiri y Kompong Speu, y el año pasado, una turba lapidó y torturó hasta la muerte a un hechicero durante ocho horas en la provincia de Takeo.
El antropólogo especializado en Camboya Jan Ovesen, considera que “las acusaciones, en general, son básicamente mecanismos de exclusión social, causados por envidia, celos, miedo, venganza o aspiraciones de poder”, dijo en declaraciones al Phnom Penh Post.
A pocos kilómetros de Banlung, capital de Ratanakiri, una cabaña destaca solitaria entre las plantaciones de anacardo, mango y tabaco.
En su interior, Khieng Ay -un hombre de la etnia tampuan conocido por utilizar la magia para curar enfermedades y “proteger de los malos espíritus»-, vive junto a su mujer, perros, gatos, gallinas y eventuales visitantes que vienen a buscar sus servicios.
“Algunos doctores son capaces de enviar malos espíritus dentro del cuerpo, para volver a la gente loca o cosas así, pueden cobrar mucho dinero por eso, pero da problemas en el futuro, a mi no me interesa”, exclama el curandero mientras endurece el rostro.
“Si aprendes esto tienes que respetar los límites”, cuenta mientras sujeta una vela que introduce en su boca y coloca un huevo vertical, señal de que ya puede conectar con los espíritus.
La profesión de Khieng Ay no será continuada por su hijo Shiphay, un síntoma de que las tradiciones esotéricas van desapareciendo debido al desarrollo del país, como defiende Ryun Patterson, autor de un libro sobre la magia en Camboya.
Sin embargo en Ratanakiri, donde viven hasta 9 grupos indígenas diferentes, el difícil acceso a los asentamientos en las colinas, la naturaleza nómada de muchos grupos y las diferencias culturales han retrasado el impacto de la influencia exterior.
Según un informe del Pacto de los Pueblos Indígenas de Asia de 2015, la coexistencia con los espíritus todavía juega un papel determinante, y los pueblos pueden decidir el traslado a otra zona si “los espíritus de la naturaleza no quieren convivir con ellos».