En principio se pensaba que se trataba de pequeñas destilerías clandestinas que producían un alcohol sin control de calidad para venderlo a bajos precios.
En los últimos días ha quedado claro que también hay grandes instalaciones que producen un alcohol que contiene veneno.
El nivel de letalidad de ese producto lo equipara veneno convencional.
Además del daño a la salud de las personas, puede afectar la imagen del país y daña el comercio de productos lícitos que se empeñan en mostrar una calidad de nivel mundial.
El ron dominicano es apreciado por los turistas y en el extranjero, pero los fabricantes de alcohol letal que envasan en botellas con etiquetas de marcas reconocidas o que simplemente lo venden como alternativa de precio, provocan un daño de grandes proporciones.
Los eventos producidos en las últimas semanas, una reedición de lo ocurrido el año pasado, ha vuelto a disparar las alarmas.
Las autoridades han actuado con firmeza, pero se requiere que también mantengan la constancia.
Las grandes marcas han desplegado una fuerte campaña para que el consumidor aprenda a distinguir las bebidas originales de las falsas y el Gobierno ha estado persiguiendo a los que producen el alcohol que ha resultado letal.
Falta el grano de arena de la ciudadanía.