Mientras escuchaba la canción de Quinito Méndez: “El Baile del Sua Sua”, reflexionaba
seriamente, entre el golpe de la tambora y el coro pegajoso, sobre la idiosincrasia del
dominicano.
Esa mezcla explosiva de resiliencia, relajo y fe que nos hace bailar sobre los
charcos de agua, brindar bajo la lluvia y reírnos cuando lo lógico sería correr o protegernos.
Porque si algo dejó claro la tormenta Melissa (y luego huracán categoría 5), fue que el
dominicano no pierde el “El Baile del Sua Sua”, ni en alerta roja.
Mientras los noticieros y el Gobierno repetían “no salgan de sus casas”, las redes sociales se convirtieron en una pasarela de locura colectiva: hombres navegando en calles inundadas en botes, mujeres con botellas de vino y el agua hasta las rodillas, grupos en las esquinas (rodeados de agua hasta la cintura)
jugando dominó y echando un trago como si se tratara de un feriado improvisado.
Y sí, me reí. Pero fue una risa con espinas. Una risa nerviosa, mezcla de burla y preocupación.
Porque detrás de cada meme y cada ocurrencia dominicana, me preguntaba (con la canción de
Quinito Mendez de fondo): ¿qué nos hace tan alegres? ¿La esperanza o la ignorancia? ¿La fe
en que “Dios nos cuida” o la costumbre de que nadie más lo hará?
El dominicano tiene un superpoder: reírse del caos. Convertir cada desgracia en un chiste,
cada catástrofe en contenido, y aunque esa alegría nos salva del colapso, también nos
anestesia. Esa misma energía que nos hace fuertes, nos vuelve vulnerables. Nos da vida, pero
nos quita instinto de supervivencia.
Porque mientras “Melissa” estuvo parqueada casi 5 días en el parqueo del Mar Caribe,
llenando de agua gran parte de nuestro territorio, muchos seguían haciendo stories como si
estuvieran en “Aqua-Flamberg, y ahí entendí que nuestra sonrisa (tan hermosa, tan
contagiosa), a veces es también nuestro salvavidas inflable… pero lleno de aire, que si explota
nos quedamos con “mal tiempo” y con “mala cara”.
No hay duda: somos un pueblo que no se deja caer. Pero quizá ha llegado el momento de
aprender que “a mal tiempo buena cara” no debe ser sinónimo de inconsciencia e ignorancia
ante situaciones de peligro. Que el humor puede acompañar la prudencia, que la alegría puede
caminar de la mano con la responsabilidad.
Reír es resistencia, sí. Pero prevenir también lo es. Ojalá que la próxima vez que el cielo se
ponga gris, podamos demostrar que el dominicano no solo baila con el huracán, sino que
también sabe resguardarse… para poder contarlo después, no como una comedia, sino como
un acto de responsabilidad.