Al cabo de sesenta años

Al cabo de sesenta años

Al cabo de sesenta años

Rafael Chaljub Mejìa

Saludo emocionado los sesenta años de la insurrección guerrillera del 28 de noviembre de 1963. Sesenta años es mucho tiempo, son diez años más de medio siglo.

Doy gracias a la fortuna por el hecho de estar vivo, con suficiente ánimo y cordura, para escribir unas líneas en tributo de solemne recordación a los compañeros muertos, darles un gran abrazo a los antiguos compañeros de armas sobrevivientes y destacar la trascendencia de aquel hecho.

Se han visto algunas plausibles actividades conmemorativas, pero a la sociedad dominicana envuelta en los asuntos inmediatos de este tiempo la fecha le pasa casi inadvertida.

En honor a la verdad y tributo a la justicia, debo aclarar que le sugerí personalmente al presidente Luis Abinader estuvo de acuerdo con hacer una conmemoración de Estado a propósito del aniversario.

Reconozco y me consta que el presidente fue sensible a una sugerencia a ese respecto, por recomendación suya se dieron pasos en esa dirección, pero por razones estrictamente técnicas y materiales la actividad no pudo llevarse a cabo.

Nada de eso quita importancia al aniversario y en nombre de mis antiguos compañeros de armas, desde estas líneas lo conmemoro. Siento el dolor imperecedero por la sangre vertida en aquel hecho y la impunidad de los culpables de haberla derramado, pero me asiste igualmente la alegría de no haberle quedado mal, ni entonces ni después, a mi gran líder, Manolo Tavárez, ni a los ideales por los que me fui con él a las montañas y lo seguí fielmente hasta su muerte.

Aquella insurrección marcó un camino, las armas de la insurrección estuvieron al servicio y en defensa de la ley, de la constitución y del gobierno legítimo del profesor Juan Bosch, derrocado el 25 de septiembre por el golpe preparado por el imperialismo norteamericano, por unos políticos irresponsables, unos militares indignos de su uniforme, y un sector de la iglesia católica.

Pese a su fracaso militar, el mensaje de aquella protesta armada lo recogió el pueblo y también encontró eco en la conciencia digna de los militares que iniciaron la revolución constitucionalista del 24 de abril de 1965.

Así, Manolo y sus compañeros indicaron lo que debía hacerse en aquel tiempo y, hoy, al cabo de sesenta años, desde la inmortalidad, siguen señalando el camino para alcanzar lo que falta por hacerse en estos tiempos.
Junto al homenaje simbólico, vaya el llamado a educar a las nuevas generaciones en el ejemplo moral y práctico que dejan aquellas experiencias históricas.