El alto nivel de aceptación del presidente Danilo Medina le provee una coyuntura especial -quizás irrepetible- para impulsar reformas polémicas que, en un ambiente de desgaste político, generalmente devienen en caldo de cultivo para las protestas sociales y el ensañamiento de la oposición (por cierto, ahora inexistente).
A nivel general, la aceptación del gobernante debe andar por alrededor del 80%. En el contexto empresarial privado -ya lo reveló el ultimo barómetro de Deloitte- el índice de popularidad de la gestión Medina se situó en 64%, algo poco común en un sector mediatizado por intereses tan diversos.
La difícil reforma policial y de los organismos castrenses -a la que han rehuido todos los presidentes (algunos basados en el riesgo de un golpe de Estado), la reestructuración del Código Laboral, siempre objetada por el populismo sindical y un segmento privado con mentalidad feudal, pudieran acometerse en estos momentos con éxito.
Sería esta la hora fabulosa para anular toda rigidez en la legislación laboral, uno de los elementos causales del ominoso sistema de sueldos miserables, que bloquean el mismo avance de la seguridad social y la posibilidad de crear sujetos de crédito para la vivienda digna, el emprendedurismo.
Esta es la coyuntura propicia para adoptar medidas impopulares en el sector eléctrico -como la tarifa técnica, el castigo sin miramientos al robo de energía, la renegociación de contratos, el ajuste de las nóminas y nominillas, la evaluación por desempeño de parte de los gerentes de las empresas eléctricas estatales.
La oportunidad es la más adecuada para poner coto a una situación tan cotidiana que ya parece parte intrínseca de la sociedad dominicana: el caótico sector transporte, en el que dominan la dispersión institucional en términos regulatorios y las mafias empresariales que imponen su voluntad a sangre, fuego, garrotazos y chantaje.
Un Presidente popular puede darse el lujo de asistir a la inauguración de un cuestionado y estrambótico parqueo o concederse un momento cantinflesco con El Jefrey, pero jamás debería perder la oportunidad de hacer lo que nunca se ha hecho.