Cuando yo era chiquito, antes de que se pusieran de moda los métodos científicos para criar a los muchachos, la amenazante frase ahí viene el cuco era un disuasivo altamente efectivo para tranquilizar hasta a los más inquietos.
Equivalía, la mentada frase, a un pórtate bien si no quieres que te lleve el diablo.
Hoy día el meterle miedo a la gente no da resultado, ni siquiera con los niños, porque el Miedo (así, con mayúscula) se ha mudado de casa y ahora prefiere infundirle temor a los mayores.
Sentimos miedo por el futuro incierto que nos acecha como sociedad. Miedo a la delincuencia rampante, miedo a las consecuencias de la corrupción, miedo a no podernos alfabetizar a pesar del 4 por ciento, miedo a las mentiras de los políticos, miedo a las injusticias, miedo a los abusos de los poderosos ¡miedo a tantas cosas!
Pero hay muros para detener esa avalancha: la virtud, la lealtad, la ética, el trabajo y la humildad. Quien está armado con tales herramientas ahuyenta al cuco sin darse cuenta. Y gratis.