¿Agonizan los partidos tradicionales? ¿Qué hacer?

¿Agonizan los partidos tradicionales? ¿Qué hacer?

¿Agonizan los partidos tradicionales? ¿Qué hacer?

Ricardo Vega.

«Cambiar no siempre equivale a mejorar, pero para mejorar, hay que cambiar». (Winston Churchill).

Los únicos que simulan desconocer la recesión causada por la distorsión de la verdadera razón de su existencia son los propios partidos políticos.

Pero el fenómeno no es exclusivo de la República Dominicana, ni de América Latina, donde no pocos claman por la baja calidad de las democracias. Sino universal.

En el caso dominicano, sorprende el crecimiento cada vez más de la apatía al transitar de los mismos. Los motivos son diversos.

La fragmentación es el principal. El pasar de un partido a otro se ha vuelto común. Corroyendo la identidad y el orgullo de ser militante. También se crean de manera desproporcionada y coyuntural organizaciones que no responden más que a intereses particulares.

La democracia norteamericana, que siempre se toma como modelo, con unos 333. 3 millones de habitantes, opera tan sólo con dos partidos mayoritarios; Republicano y Demócrata. Y República Dominicana, con apenas 11.23, posee 32 reconocidos. De manera que aquello de fortalecer el sistema democrático es historia.

El distanciamiento de las ideologías como recurso de unificación de objetivos, criterios, normativas y formación política, ha dejado de ser prioridad. La participación ciudadana en eventos políticos depende más de intereses bien específicos, que no siempre consideran bien representados por los partidos.

La disminución o inexistencia de vínculos duraderos y sentido de pertenencia a los mismos, motivado principalmente por el descrédito y la desconfianza, incrementa el desplazamiento constante de los electores.

Aunque las tecnologías facilitan la generación de vínculos reales de los actores con la sociedad en sentido general, la inconformidad con las formas habituales de hacer política deja mucho que pensar. Contrario a aprovechar las novedosas facilidades, las organizaciones operan como entes independientes; con una insignificante conexión con el sentir de la ciudadanía.

Los resultados electorales de la últimos procesos celebrados en el país pueden orientarnos aún más de por donde se llega a ser cada vez menos influyente y confiable, en términos políticos.

De un 32% de votos obtenidos en las elecciones de 2020, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) terminó en 10.39%, en las del 19 de mayo de este año. El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) descendió de 2.38% a un 0.45%. El Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) de un 4.10% a 0.91%, perdiendo ambos el reconocimiento histórico.

Otro elemento que de alguna manera desalienta lo tradicional ha sido el ascenso al poder, con amplios márgenes de aceptación popular, de personajes prácticamente «salidos de la nada», sin necesariamente ser sementales políticos, como Nayib Bukele en El Salvador o Javier Milei, en Argentina. Con ellos cobran impulso nuevas alternativas.

Lo más perjudicial de este declive institucional es que el mismo arrastra consigo las posibilidades de definir opciones por la confrontación de ideas y de proyectos o agendas programáticas diferenciadoras, que vinculen y hagan coincidir a los más amplios sectores sociales.

Hoy más que nunca los partidos tradicionales requieren el auxilio de una profunda y definitiva reflexión introspectiva que al menos los acerque a su naturaleza originaria.