El conocido aforismo establece que después de la tempestad viene la calma, aludiendo al hecho científicamente comprobado de que, tras una situación catastrófica, sea ésta de carácter social o fruto de algún descontrol de las fuerzas de la naturaleza, se produce indefectiblemente un período de tranquilidad que sirve de base para confirmar el aserto.
Pero como este es un país atípico, donde las cosas no obedecen a ritmo alguno, sino que, por el contrario, suceden al revés de todo lo planeado, aquí podemos afirmar sin temor a equivocarnos que después de la calma viene la tempestad, sobre todo en el ámbito político. Veamos por qué.
En los últimos días se han producido, por separado, dos importantes concentraciones de dirigentes de las principales fuerzas políticas, el PLD y el PRD, eventos en los cuales se han adoptado solemnes acuerdos para preservar la unidad entre las diversas corrientes internas de dichos partidos.
Hasta ahora todo ha sido paz y armonía. Los líderes que un día antes se lanzaban recíprocamente sapos y culebras en batallas verbales en pos de obtener la candidatura presidencial, aparecieron de repente confundidos en repetidos abrazos rompecostillas y exhibiendo falsas sonrisas de oreja a oreja.
Esa es la calma del aforismo que comentamos. Preparémonos ahora para la tempestad que no tardará en dejarse sentir con la furia acostumbrada.