Cuando el retiro no es descanso: el calvario de conseguir una pensión en RD

Santo Domingo.- “Duré 32 años trabajando en una empresa y tengo casi cinco años detrás de la pensión… y no me han dado nada”. Con esta frase, Raúl Taveras, de 65 años, resume la odisea que vive desde que dejó de trabajar formalmente y solicitó al Gobierno la compensación económica que le corresponde por décadas de servicio.
En República Dominicana, vivir sin una pensión es una pesadilla para miles de adultos mayores que, por edad, salud, cesantía o discapacidad, reclaman al Estado un ingreso que les permita sostenerse dignamente.
Raúl, quien prefirió no mencionar el nombre de la empresa ni el cargo que ocupaba, cuenta que ha presentado su solicitud en múltiples ocasiones durante más de cinco años, sin obtener respuesta. Mientras tanto, sobrevive gracias a la ayuda que le envía una hermana desde el extranjero y a los beneficios de la tarjeta de solidaridad.

TE INVITAMOS A LEER: Centros comerciales: ¿Escenario de estatus social o reflejos de problemas subyacentes?
“El Estado me da la tarjeta de comida y de hogar; con eso me defiendo”, relata. Pero no es suficiente. Para costear sus medicamentos y consultas médicas, que ya rondan los 2,000 pesos por cita, realiza pequeños trabajos informales (“chiripas”) durante el día. “Cuando tengo que ir al médico, es un desastre”, lamenta.
Las leyes dominicanas establecen que, para optar por una pensión, la persona debe tener más de 60 años y haber completado un mínimo de 360 cotizaciones, equivalente a 30 años de trabajo. Sin embargo, cumplir estos requisitos no garantiza una respuesta rápida.
Mario Alonso, vendedor de carne de pollo, asegura que sobrevive gracias al apoyo de sus hijos. Del Estado solo recibe la tarjeta de solidaridad y un seguro médico básico, insuficientes para cubrir sus necesidades.
En tanto, Julián Martín, que se gana la vida vendiendo comida rápida en un local alquilado de la avenida Ovando, cuenta que ha llenado solicitudes en reiteradas ocasiones sin obtener respuesta. “He ido como cuarenta mil veces y nada. En el seguro me dijeron que no calificaba. Me cansé y solté eso”, afirma resignado.
Para muchos como Raúl, Mario y Julián, el retiro no es sinónimo de descanso, sino de incertidumbre. Y la pensión, más que un derecho, se ha convertido en una carrera de resistencia que pocos logran ganar.