Carlos Piantini fue uno de esos pocos y excepcionales dominicanos que recibió en vida los más grandes galardones; y al recibirlos hizo grande a su país, a cada uno de los dominicanos.
Él los mereció todos.
Murió y dejó el testimonio de un hombre, de un artista, de un padre, de un amigo que hizo un camino y lo dejó para que otros aprendan y expandan sus conocimientos. Un camino que no termina con él. Dejó un legado que todos los dominicanos sabremos agradecer y aprovechar al máximo.
El violín que tocó desde sus inicios es uno de los instrumentos básicos y más sutiles en una orquesta. Tocó desde los diez años y resultó una sorpresa para el país, desde su niñez. Y durante 15 años tocó ese instrumento en la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Terminó su carrera como director Titular de la Orquesta Sinfónica Nacional.
El teatro más importante del país lleva el nombre de dos hombres grandes: Eduardo Brito y Carlos Piantini. Con el nombre de Piantini fue designada la principal sala del Teatro Nacional, una distinción que recibió en vida.
Los dominicanos merecíamos, en su nombre, este homenaje.
Carlos Piantini lo dio todo por la música. Puede descansar en paz, vino al mundo y cumplió su misión. Nuestras condolencias a su viuda, hijos y cercanos familiares. Gloria eterna a su nombre y su obra.