Hace poco una información daba cuenta de un singular acuerdo firmado por el Gobierno haitiano con una empresa privada de Israel. Mediante ese convenio Haití se aseguraba una asesoría, por un tiempo que no se especifica, para reestructurar y modernizar las aduanas del país, y adquirir materiales y equipos para la vigilancia de la frontera por aire, tierra y mar.
El convenio fue suscrito entre el ministro de Economía y Finanzas de Haití, Wilson Laleau, y la vicepresidenta de la referida empresa israelí, Eva Peled. Sin ninguna duda ese convenio tendrá, en el futuro inmediato, un sensible impacto en el país, ya que está llamado a transformar la relación diplomática y comercial entre ambas naciones.
De hecho ya empezaron las transformaciones, de manera silenciosa y alejada del interés de los medios de comunicación.
Todo indica que Haití dio un salto dialéctico.
Eso incluyó, además, un impresionante cambio de estrategia. Ese nuevo camino, ¿adónde conduce? ¿Constituye, en realidad, la contratación de servicios de asesoría a Israel la solución definitiva de todos los males arrastrados por Haití desde hace varias décadas en materia aduanal? En este proceso hay un mensaje tácito: los políticos haitianos están empezando a acumular poder de otra manera.
Algo que debe llevar a nuestras autoridades a emplearse a fondo para alcanzar los mejores acuerdos en materia comercial y migratoria con nuestro vecino, y mientras más temprano se haga, mejor.