Actitud

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Después de mi columna de la semana pasada hubo una persona que me mandó un mensaje privado diciéndome: “Cómo me gustaría tener la vida tan perfecta que tú tienes”. Le agradecí sus palabras, pero me dejaron preocupada.

Pensé que quizá en mi ánimo de escribir algo bueno o cosas positivas estaba mandando un mensaje equivocado.
Mi vida no es perfecta. Creo que la de nadie. Lloro, sufro, me enfado, fracaso y me caigo muchas veces.

Lo único que puedo decir que sí me define y que siempre intento transmitir es la actitud que tomo frente a todo eso.

Intento siempre adoptar una actitud de superación, de esperanza, de seguir hacia delante, de aprender y sobre todo de luchar. Creo que ahí radica la diferencia entre las personas, todos tenemos problemas, dudas, complejos… Lo que importa es cómo los manejas y qué posición tomas frente a la vida.

Ahora bien. Quienes me conocen saben que estoy en contra de esta “felicidad” eterna que todo el mundo defiende. Ese tú puedes con todo que nos intentan inculcar.

Para mí esos momentos de tristeza, frustración, dolor son tan necesarios como los de alegría, esperanza y risas.

Es un equilibrio emocional. Hay que dejar que todo lo negativo salga de alguna manera, si lo tapamos, lo negamos o hasta culpamos a otros permanece ahí y te hace tomar decisiones equivocadas.

No sé por qué naturaleza humana tendemos a nunca estar satisfechos con lo que somos y con lo que tenemos. Puede ser algo genético o social, no lo sé.

Pero sí tengo claro y la vida me lo ha enseñado que hay que vivir cada momento intensamente, bueno y malo, y siempre, pase lo que pase, tener la actitud de que mañana será un gran día. Cuando llegue, veremos qué sucede.



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