Hace poco alguien me dijo: “Aceptar no significa estar de acuerdo”. En un principio mi respuesta iba a ser que eso no es verdad, que en el mismo instante en el que aceptas es como que otorgas un beneplácito implícito. Pero después me di cuenta que tiene razón.
Y en este caso aceptar, es completamente sinónimo de paz. La vida nos pone en el camino situaciones y personas que vienen a desbaratar esa paz.
Sin ahondar en detalles, más a nivel general, ubiquen alguna situación en la que esto haya pasado.
Nuestra primera reacción es sorpresa, luego rechazo y seguidamente entramos en una lucha. En esta lucha todo en enfrentar, defender, querer de alguna manera tener el control. No siempre se puede, entonces llega el momento de la aceptación.
Aceptar que es algo que no se puede cambiar, ya sea porque es pasado o porque está fuera de nuestro control. En ese instante es que la paz empieza a llegar y te das cuenta de que nunca vas a estar de acuerdo con eso, pero que al aceptarlo puedes encontrar el camino de la tranquilidad, al final tan deseada después de esa lucha que no ha llevado a ninguna parte. Sólo a tener ansiedad.
Por eso hoy puedo decir que sí, que aceptar no siempre significa estar de acuerdo. Y que está bien hacerlo, que las batallas no pueden ni deben ser eternas, porque al final la única persona que las vive y las sufre es uno mismo. Y definitivamente no merece la pena.
Así que les propongo un ejercicio: miren a ver esas situaciones o personas con las que están luchando, y decidan para cuáles ha llegado el momento de la aceptación para pasar página y seguir hacia delante. En ese proceso estoy, no es fácil, pero definitivamente es sanador y liberador.