Desde que asumió Dilma Rousseff la presidencia de Brasil en 2011, el crecimiento se desaceleró hasta una tasa media de 2 por ciento, el nivel más bajo para un presidente brasileño desde Fernando Collor, que renunció en 1992 a raíz de acusaciones de corrupción.
Sus políticas destinadas a reactivar la economía han acumulado una inflación anual que supera el 6,5 por ciento, el límite máximo del rango meta del gobierno.
Un sondeo de Datafolha publicado el 2 de julio demostró que 38 por ciento de los brasileños votarían por ella en las elecciones del 3 de octubre, por debajo de 44 por ciento en febrero.
Aecio Neves del Partido de la Social Democracia Brasileña, o PSDB, obtuvo un 20 por ciento de apoyo.