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Acechanzas, temores y expectativas

Roberto Marcallé Abreu Por Roberto Marcallé Abreu
Roberto Marcallé Abreu
📷 Roberto Marcallé Abreu

Hay que dudar siempre. Hay que preguntar siempre.
TERENCIO

A los dominicanos nos conviene seguir aquel consejo que, en todo caso, sería una recomendable advertencia que nos sugiere “dormir con un ojo cerrado y el otro abierto”. Es una saludable recomendación, al margen de toda duda, de que es mucho lo que nos falta por recorrer para alcanzar la meta institucional de las próximas elecciones nacionales.

Porque, en verdad, cuanto tenemos por delante es un camino riesgoso, desbordado de toda clase de eventualidades complejas.

Solo que, para cualquier persona con un mínimo de capacidad para vislumbrar o meditar en realidades presentes y futuras –y esas verdades están dispersas por todas partes como mariposas que juguetean entre los verdes arbustos, visibles e invisibles a nuestra mirada y atención–, es preciso armarse con el manto de la reflexión y, desde ya, visualizar escenarios probables que nos permitan viabilizar y evaluar los días, semanas, meses y años por venir, a fin de asumir, en cada momento, las alternativas más viables o favorables a los intereses presentes y futuros de nuestro pueblo, nuestro país, nuestras familias y nosotros mismos, nuestro entorno afectivo y nuestras particulares expectativas.

La precaución y la previsión son parte esencial del proceder de la inteligencia humana. Tales actitudes han sido esenciales para obviar el peligro de extinción o yerros catastróficos para la raza humana.

Son parte esencial de nuestra condición existencial ante eventualidades que escapan a nuestro control. La realidad se nos presenta desbordada de toda clase de eventualidades, riesgos y peligros que, a cada instante, pueden provocar daños irreparables.

Visualizar a futuro es una sabia conducta que nos escuda ante eventualidades que podrían ser sencillamente catastróficas.

Es cierto que aún queda un extenso trecho antes del decisivo momento en el que tendremos que asumir nuestras más perentorias responsabilidades ciudadanas, como es la del voto.

Lo cierto es que, vistas las variables del presente y del complejo mundo que nos ha correspondido vivir, tiene mucho sentido prepararse desde ahora y reflexionar sobre eventualidades que deberían ser objeto de nuestro interés y preocupación. Y, principalmente, de nuestra previsión.

Bastaría con meditar sobre muchas de las variables que conforman nuestra realidad presente y que, sin dudas, incidirán como factores decisivos o fundamentales en nuestras decisiones y realidades futuras.

Coexistimos en un mundo desbordado de realidades preocupantes. Nuestra situación como seres humanos es cada vez más compleja. Peligros de envergadura se erigen a nuestro paso, y a los que deberemos hacer frente con nuestras mejores capacidades.

La pregunta esencial oscila en torno al porvenir que anhelamos para República Dominicana y las personas de nuestro interés.

Analizando las variables de lo que calificamos como el futuro probable, son muchas las incógnitas, siempre superiores a las convicciones, las experiencias y las certezas.

Una actitud prudente sería la de reflexionar en nuestro pasado mediato e inmediato. Revestirnos con los instrumentos de la meditación y la evaluación, de manera que las experiencias se transformen en un faro de luz en relación a lo que debemos esperar en el ámbito de lo desconocido.

Personajes, conductas, opciones, alternativas. Es probable que, visualizando nuestro pasado histórico a raíz de la desaparición de Trujillo, encontremos respuestas, opciones y experiencias que podrían arrojar luz en un porvenir complejo y desbordado de variables de toda índole…

Lo relevante, en definitiva, es asumir como norte una postura precautoria que nos permita enfrentar los riesgos en posesión de los instrumentos más idóneos ante lo insólito y lo inesperado.

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