Vivir con las huellas que deja el abuso infantil es más escalofriante que una pesadilla, pues te asalta cuando crees que eres más feliz.
Sin importar con quien estés o el momento que vivas, el abuso puede volver a la memoria como destellos que a veces son difíciles de asociar, pero que crean repelencias a otras personas.
Para quienes están en torno a personas heridas, pero que desconocen por lo que han pasado esas personas, sus actuaciones no tienen sentido la mayor parte del tiempo ya que, repentinamente y sin causa aparente, pueden reaccionar apáticas y hasta bruscas al cariño de sus allegados, en especial a sus parejas.
Para ti que quieres comprender mejor lo que vive una persona que no pudo defenderse mientras fue abusada numerosas veces durante su infancia, has de saber que continuamente pueden experimentar malestares físicos que van desde náuseas y cefaleas, entre otros síntomas.
Hablar sobre esas experiencias es difícil porque las personas violentadas tienden a sentir culpa, vergüenza o miedo al rechazo. Entender que no fue su culpa toma tiempo, voluntad de sanar y acompañamiento sano.
Si identificas en tu pareja, algún familiar, amig@ o relacionado la posibilidad de que haya sido abusad@ en algún momento de su vida, y quieres ayudar, lo primero es que seas genuin@ en tu deseo. La persona herida necesita confiar para poder empezar a abrir su dolor. Los acompañantes necesitan ser paciente y compasiv@.
A veces, el apoyo significa estar ahí como una compañía pasiva y silenciosa. A menudo estar y escuchar es la mejor manera de apoyar a un sobreviviente.
Recuerda que tu persona amada no tuvo la culpa, pero tiene que vivir con la consecuencia. Espero tus comentarios en mi correo. Te leo con atención, sea cual sea tu caso.