La abstención electoral sigue y seguirá dando de qué hablar. No es un problema que sucede solo a nivel de los procesos eleccionarios de República Dominicana, sino que también se produce en iguales términos, y en menor y mayor cuantía, en muchos otros países de la región y de otras latitudes.
En las elecciones presidenciales y congresuales del pasado domingo 19 de mayo, el ausentismo alcanzó casi la mitad del padrón de electores. Demasiado elevado aparece ese 45.63% de la gente que no se motivó para ir a votar.
Aunque se vea como una especulación, en los porcentajes de abstención entran potenciales simpatizantes de todos los partidos, aun cuando no participen en proselitismo político.
También, electores que hayan tenido que viajar al exterior días previos a los comicios estando inscritos, los que hayan fallecido en los últimos meses o semanas previo al día de votación. Pero el gran grueso está en los que nada les importa, y por eso no se motivan ir a votar.
Los datos de la Junta Central Electoral indican que un 54.37% de los electores inscritos acudió a las urnas para escoger nuevas autoridades nacionales y congresuales para el período 2024-2028.
De un padrón de 8,145,548 electores, sólo votaron 4,423,638. Y la astronómica suma de 3,783,994 no se motivó a hacerlo. Es decir, el 45.63%. Eso, por muy poco margen, es casi la mitad del padrón de inscritos.
Ese porcentaje estuvo muy cerca del registrado como abstención en las elecciones municipales del 18 de febrero pasado, que fue de 47.82%.
Hay que tomar en cuenta todos los sacrificios y gastos de recursos que conlleva organizar elecciones en las que estén llamados a tomar parte más de ocho millones de personas en toda la geografía nacional y el exterior.
Veamos algunos ejemplos de países europeos y africanos con altos estándares de ausentismo en sus más recientes elecciones: Portugal registró una abstención de 61.5%, Malí 66.9%, Bulgaria 61.3%, Eslovenia 46.4%, Serbia 41.2%, Lesotho 53.4%, Lituania 41.7%, y Colombia 41.8%.
La participación de votantes también descendió en los comicios más recientes de países como Costa Rica con 40.03%, El Salvador 47.4%, y Guatemala 39.9%.
Pero en otros ese comportamiento se incrementó, como en los casos de Belice, que pasó de 72.7% en 2015 a 81.9% en 2020, y en Honduras de 57.5% en 2017 a 69.1% en 2021. Francia registró en 2022 un 73.60% de participación en primera vuelta, y 71.99% en la segunda.
En Estados Unidos, en una relación de la participación electoral en el largo período de 112 años que abarca de 1908 a 2020, las más bajas votaciones se registraron en las elecciones de los años 1920 (49.2%), 1924 (48.9%), 1948 (52.2%) y 1996 (51.7%).
En todo ese tiempo, el mayor porcentaje de votación ha sido de 63,8%, en los comicios de 1960. Y en 2020, Joe Biden triunfó con el 62.4%.
Volviendo con las elecciones del pasado 19 de mayo en RD, donde los niveles de ausentismo estuvieron críticos fue en los colegios electorales diseminados en el exterior (en 35 países de Europa, Centro y Sudamérica, así como en Estados Unidos y Canadá).
En esos lugares fueron habilitados 1,566 colegios electorales en tres circunscripciones, que de conjunto aglutinan a 963,784 electores.
Esa masa de electores está distribuida así: Circunscripción 1 con 549,553, pero solo votaron 94,520 (17.20%); Circunscripción 2 con 164,795, pero los sufragantes fueron 31,183 (18.92%), y Circunscripción 3 con 149,436 inscritos, y acudieron a votar 37,250 (24.93%).
Sin embargo, el domingo tan solo acudieron a sufragar 162,953 personas diseminadas en las más disímiles comunidades del exterior. Y la cantidad que no se motivó a hacerlo asciende a 800,831. Escoger 7 diputados de ultramar de esa manera con ese enorme sacrificio en gastos de recursos y en personal pagado por los contribuyentes no es tarea fácil.
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