Los delitos de la vidriera política son aquellos que ocupan el centro de la vida pública del gobierno y de la oposición. El aborto ahora tiene esa connotación, pues contiene problemas muy complejos como es la sexualidad, el embarazo, la familia y el mismo aborto, como el eje del escándalo público.
Los únicos embarazos automáticos son los de la violación; es claro que existen muchos eventos claves en la discusión del aborto.
Es un tema que debe ser manejado por expertos, pero el debate lo están llevando los políticos. Luego, surgen algunas preguntas, ¿los ministros vinculados al problema del aborto tienen experiencias profesionales, legales, sobre esta cuestión, y sus tres causales, como ahora les dicen?, ¿qué han dicho las víctimas de abortos? No lo sé.
Pero, la cuestión es que existen elementos que influyen en las mujeres afectadas por un embarazo. Son sus condiciones de vida y de trabajo, las historias ginecológicas, el estado de nutrición, la falta de atención médica del embarazo, los problemas de salud, las infecciones, enfermedades, o simplemente una afección mental; está la falta del apoyo familiar, y lo que ellas consideran ser parte de su proyecto de vida.
Veo al Estado débil en su política criminal respecto al aborto. Si esto hubiese sido en Noruega o en Dinamarca, donde existió un Comité de control del delito, llegarían todas las cartas privadas sobre las situaciones de mujeres embrazadas, las situaciones de aborto, los informes realizados, las denuncias anónimas de lugares que practican abortos asépticos, se pudiera manejar como problema legal, e incluso, tener una respuesta oficial, formada sobre casos reales.
Un comité así funcionó porque no pertenecía al gobierno, además de que era un trabajo visible, y permanentemente actualizado. No podía llevar un control de un delito que afecte tremendamente a la sociedad, si dicho comité no estuviese compuesto por todos los políticos; pero era un trabajo de profesionales técnicos.
No lo podía presidir el partido gobernante, debía “mantener la cuestión del delito fuera de la política y las políticas fuera de la cuestión del delito”.
Ahora los tiempos han cambiado. Hace falta volver al concepto de Kriminalpolitik. Los políticos mundiales no están muy preparados para manejar estos asuntos.
En cuanto al aborto, no es posible continuar con el reparto del dolor de la población de mujeres jóvenes, pobres y desprotegidas. Debemos luchar juntos –con algún método estatal– para construir espacios de empoderamiento de las mujeres para impedir el aborto, el gobierno tiene que dar más cobertura a la educación y al trabajo de las mujeres, para que surjan familias que puedan lidiar con los problemas del embarazo.
No es la legislación, pues, el problema, sino la “experiencia de mundo” que el Estado le está permitiendo a los que se relacionan erróneamente con nuestros adolescentes y, cada vez más jóvenes.
Las partes enfrentadas quieren ser líder. Lo mejor es sacudir el sistema social a favor de la población afectada. Si tuviéramos estadísticas se vería lo justificado que está nuestro planteamiento. Se vería que se carece de un verdadero plan de acción.
El aborto no es un problema aislado; antes de hablar de ello, está el embarazo, la violencia de género (el feminicidio), está la familia, y toda la sociedad.
Solo estoy convencido de una cosa: va a durar el aborto como un problema del amor a la cocaína (hippie, cultura chic, y ahora los urbanos); de contraculturas que abren sus espacios al feminismo, el movimiento LGBTQ+, y toda clase de engendros humanos que quieren expresarse libremente.