A Yesi y a sus dos hijos la casa se les está cayendo encima
Nigua.- “La lluvia inició al mediodía, era poca, de repente fue en aumento al igual que la brisa, el agua entraba por las ventanas y las cantinas ya no daban abasto para las goteras, la habitación de los niños se llenó de agua, los agarré y salí con ellos”, así narró Alexandra De los Santos “Yesi”, la odisea que vivió durante el torrencial aguacero del sábado 18 de noviembre del 2023, que destruyó la mitad de su vivienda.
“Eso nunca nos había pasado, tuve que poner en la sala la cama de la niña sobre cuatro blocks”, dijo Yesi mientras secaba sus lágrimas.
Su voz se corta cuenta como ese fatídico día. Ella y su esposo Eduardo Robert de Jesús, se vieron en la necesidad de tumbar el lado donde se ubicaban las habitaciones de la casa, para hacer una especie de canaleta y el agua pudiera salir.
Yesi vive en la comunidad de Yogo Yogo, del municipio de Nigua, provincia San Cristóbal, junto a su esposo Edwardo y sus hijos Isaac De Jesús de 12 años y la pequeña María Esther de 7 quien padece de Microcefália de segundo grado, epilepsia, retraso psicomotor y resistencia a fármacos, lo que le impide moverse.

Llegar hasta la casa fue una hazaña. Calles y callejones estrechos, llenos de polvo y lodo que obligaron al equipo del Periódico El Día a terminar la ruta a pies, pues el vehículo, no podía movilizarse en la zona. Niños jugando y corriendo descalzos que nos decían “ustedes son de la televisión”, hasta que al final de la hilera de casas nos esperaba la sierva Yesi como es popularmente conocida en su sector.
Les invitamos a leer: Los hijos del Zika, cuando el amor de madre se impone al sufrimiento
Para poder acceder a la habitación de los niños hay una escalera improvisada dentro de la casa de cuatro block de concreto, el techo es de zinc, la habitación no tiene electricidad para que el abanico funcione llevan una larga extensión de color verde desde la sala, tampoco está iluminada, y en el fondo dormida ajena a todo vemos a Mari Ester en su camita cubierta por un mosquitero rosado que impide que los mosquitos la piquen.
Le faltan ventanas, las cubren unas viejas planchas de zinc, justo al lado está la camita de su hermano Isaac de 12 años y en el centro un gran oso de peluche color rosa, las precariedades están a la vista, del mismo modo que el amor y la entrega de esa madre.
“La casa se nos está cayendo encima”, comenta la madre que cubre con cortinas estampadas de flores los setos de madera que están podridas por el inclemente paso del tiempo.
“No me importa mojarme, si mis hijos están secos”.
“Los muebles de la sala aún están húmedos desde aquella fatídica noche”.

Ya eran las once de mañana, tiempo en que por lo general se están preparando los alimentos, sin embargo cuando entramos a la cocina estaba apagada. Ese día Yesi no sabía que le daría de comida a sus dos pequeños, en especial a Mari que por su condición todo lo que come debe ser procesado en la licuadora, pues ella no puede masticar.
Yesi clama por una mano amiga para poder terminar la construcción de la casa y que sus hijos tengan un espacio seguro, que no se mojen en caso de otro fenómeno atmosférico como del 18 noviembre.
Lea también: «El amor ha sido su mejor terapia»; el Zika le quitó su salud, pero no la alegría
Ya no hay terapias para Marí
María Esther De Jesús De los Santos a sus siete años no habla, no se mueve, producto de su condición de Microcefália de segundo grado, epilepsia, retraso psicomotor y resistencia a fármacos, que consiste en la reducción de la efectividad de fármacos como los antimicrobianos, antihelmínticos y antineoplásicos para el tratamiento de enfermedades, lo que complica aún más su condición.
De los Santos precisa de una mano amiga para afrontar la difícil condición de su hija, es una mujer fuerte que pese a las adversidades que le ha tocado vivir, de su boca no salen quejas, más bien da gracias a Dios, “pues es quien le da la fortaleza para seguir luchando”.
