El mundo ha cambiado y con él está surgiendo una nueva cultura de indignación frente a la incoherencia. En ese sentido, en el marco del fortalecimiento institucional a nivel estatal, empresarial, eclesial y cultural, es oportuno hablar del liderazgo que demanda la realidad cambiante y apabullante de estos tiempos.
Se están superando los paradigmas de líderes demagógicos, los basados en señorío de la guerra, en el caudillismo, los autocráticos y totalitarios y los liderazgos territoriales que creen que el poder es su herencia o derecho de propiedad.
El liderazgo de antaño está rancio y en decadencia. En lo político, la lucha contra la corrupción está sepultando al líder maquiavélico cuyo objetivo es usar el poder para manipular y perpetuarse en él.
En el ámbito empresarial, el modelo de líder codicioso e inescrupuloso que sólo se enfocaba en la maximización de beneficios a costa de sus propios clientes y del medio ambiente también está agonizando.
En el plano cultural y artístico, los temas sexuales y el acoso están señalando con el dedo a los líderes que por años crearon leyenda. Líderes políticos, escritores y actores han bajado de su pedestal por denuncias de acaso en diversas latitudes. Hasta los intentos de conquista del poder son frustrados por cuestionamientos a la moral personal como en el caso de Trump en Estados Unidos.
En lo eclesial, el caso de la renuncia generalizada de los obispos chilenos colmó la gota del vaso dejando claro el mensaje de que el abuso de poder puede encubrir los más abominables pecados.
No hay vuelta atrás. El narcicismo, el culto a la personalidad, la fantochería, el despotismo y la inconsistencia ya no pueden definir el liderazgo.
Como dice el filósofo Nicanor Ursúa, y otros tantos, el nuevo liderazgo de estos tiempos tiene que infundir visión, motivar e inspirar, crear cambio e innovación, estimular esfuerzo, crear adhesión, resolver problemas, no crearlos, dar poder a los otros y centrarse en el interés en los demás.
Ese líder que requieren estos tiempos es humilde, integra, cohesiona y hace ser y hacer. Y, como dice Lao Tse, ese “líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe; cuando su trabajo está hecho y su meta cumplida, ellos dirán: ‘Lo hicimos nosotros’».