El Tribunal Constitucional recibe desde hoy a cinco nuevos miembros con lo que se concluye un ciclo de reemplazos de la matrícula original.
Ya no queda en ejercicio ninguno de los primeros trece magistrados que inauguraron esa instancia del Estado dominicano.
En adición, el ingreso de cinco nuevos miembros representa una renovación simultánea de algo más de un tercio de su membresía, lo que representa una cantidad fundamental si se toma en cuenta que las decisiones de ese tribunal requieren siempre una mayoría especial de nueve votos.
El órgano tendrá que vivir la experiencia de manejarse con un presidente que no creció con la institución y que tampoco viene del interior del tribunal, pero con experiencia de un tribunal colegiado de alto nivel como es la Suprema Corte de Justicia.
A estos jueces, como a los anteriores, no se les pide que abdiquen de sus creencias y convicciones, sino que actúen sobre la base del mandato constitucional y con la valentía de hacerlo aunque con ello molesten hasta a los suyos.
No nos llamemos a engaños, cada miembro de ese tribunal llegó gracias a padrinos y amarres, lo pecaminoso sería que actúen para complacerlos y no para garantizar la correcta aplicación del derecho constitucional.
El país necesita jueces probos, capaces y valientes. Ese debe ser el aspiracional de todo el que imparte justicia y los jueces del Tribunal Constitucional no son la excepción.
Cinco jueces asumen desde hoy un compromiso con la historia, con el país, con sus familias y con ellos mismos.
