Por: Jesús Díaz

Cuenta la leyenda que el río Camú,( con una longitud de 101 kilómetros), en su paso por la provincia La Vega sirvió para que fueran bautizados los primeros cristianos del continente Americano, hoy el caudal de éste no es ni la sombra de lo que fuera alguna vez. Su cuenca contaminada desde la reserva de Ébano Verde hasta desembocar en el río Yuna es un recorrido fétido de un río que tuvo aguas cristalinas.

La sociedad vegana se ha manifestado llamando la atención del ministro de medio ambiente, Ángel Francisco Estévez Bourdierd, sin encontrar repuesta a un clamor que es una deuda que no admite burocracias.

Tan grave es la problemática, que la preservación de los recursos naturales de la olímpica, culta y carnavalesca ciudad es nula. Las lomas depredadas para extraer materiales de manera indiscriminada, afecta de manera directa sus bosques y ríos, los cuales agonizan ante la mirada indolente de las autoridades correspondientes.

El impacto ambiental negativo, es un crimen ecológico que debe ser castigado. El ministro no puede estar ajeno a esta cruda realidad que golpea los recursos naturales en medio de una sequía que azota todo el país, provocando alertas sobre el uso racional del agua.

Llamados estamos, no sólo a preservar el Camú, también exigir su inmediato rescate a través de la reforestación, vigilancia permanente de sus afluencias, castigo y sometimiento a la acción de la justicia de las empresas mineras y proyectos urbanísticos que vierten desechos sólidos en la ribera del tan maltratado río, cuyo caudal actual es 0.05 metros cúbicos por segundos.

El Estado es el único responsable de tomar acciones para el cuidado de los recursos hídricos del país. Extraer materiales es perjudicar la naturaleza que por el momento nos dice que algo anda mal, perjudica las siembras y el ganado. No esperemos a que perjudique el consumo humano.