A corazón abierto

A corazón abierto

A corazón abierto

Ana Blanco

Una persona muy sabia me dijo una vez que la mayoría de las decepciones de la vida llegan porque esperábamos que los demás hagan lo que nosotros pensamos o queremos, pero nunca se lo decimos, por lo tanto, esperamos que ellos adivinen.

Y resulta que la mayoría de las veces nadie tiene una bola de cristal para conocer lo que tú quieres y sientes.

En esa conversación surgió también el tema de cuánto nos cuesta comunicarnos emocionalmente con los demás, por temor a dejar el corazón abierto y que sufra daños.

Pero entonces sí somos capaces de enojarnos, reclamar y hasta dejar de tratar a otras personas si no cumplen nuestras expectativas. Es para mí muy contradictorio.

Es cierto que hay silencios que dicen mucho más que palabras y que en ocasiones son necesarios, pero realmente creo firmemente en la comunicación directa, clara, sin tapujos, esa que te da la satifacción de decir lo que tienes que decir a la persona justa en el momento adecuado.

Si después de eso llega la decepción, no será porque no has transmitido tu sentir, sino porque realmente la otra persona no quiere o no puede responder cómo tú necesitas.

Pero por lo menos no te quedarás pensando en lo que pudo ser y puedes cerrar puertas a tu mente y a tu corazón.

No hay nada que cree más ansiedad que tu mente dando vueltas a lo que pasa por la cabeza de los demás, haciéndote historias de lo más intensas la mayoría de las veces.

Por lo tanto, dejemos que las barreras caigan cuando realmente alguien o algo nos importe y seamos capaces de externar de mil maneras aquello que pensamos y que sentimos, sin pensar en las consecuencias. Lo que tenga que ser, será. Pero no te quedaran lastres.



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