El domingo 19 de diciembre de 1965 era en Santiago un día algo lluvioso, pero tranquilo, la ciudad vivía su rutina. El alto mando constitucionalista iba a rendir homenaje al coronel Rafael Fernández Domínguez, caído el 19 de mayo.
Francisco Alberto Caamaño encabezaba la comitiva integrada por los principales personajes de la gesta patria.

Esos héroes legendarios que con increíble gallardía resistieron a las tropas norteamericanas y mantuvieron en alto nuestra soberanía. La personificación de la dignidad visitaba la Ciudad Corazón.

Primero acudieron a la tumba del ideólogo del Movimiento Constitucionalista. Encontraron varios explosivos que fueron rápidamente desactivados. También desde la azotea de un edificio les hicieron varios disparos.

Luego fueron a una misa en la Iglesia La Altagracia, y de ahí a un almuerzo en el hotel Matum, donde les esperaban unas ochocientas personas.

En el hotel comenzaron a recibir disparos desde el Monumento a Los Restauradores. Fueron sumándose cañones, tanques y aviones.

Las tropas golpistas de los generales Elías Wessin y Antonio Imbert Barreras les hicieron una encerrona con el objetivo de asesinarlos en el hotel.

Pero otra vez la valentía se impuso. Los constitucionalistas sólo tuvieron dos bajas, una de ellas fue una de las pérdidas más sentidas de toda la gesta patria: el coronel Juan María Lora Fernández. Del otro lado decenas de valientes soldados murieron víctimas de las órdenes de generales cobardes.

Esta es una de las batallas más desiguales de toda nuestra historia, donde la dignidad de unos pocos se impuso, demostrando el poder de luchar a favor de una causa justa.
Vivan los constitucionalistas, y que su ejemplo nos guíe eternamente hacia el fortalecimiento de nuestra soberanía y nuestra democracia.