Santo Domingo.-Llegó a la redacción de EL DÍA como quien retorna a su casa tras un largo viaje, cargada de recuerdos agradables y muchas ansias de compartir con sus amigos las experiencia vividas.
Más que una invitada, la poetisa Soledad Álvarez se siente parte del periódico. Décadas atrás, siendo aún muy joven, correteaba por los pasillos de “El Nacional”, adonde venía con su amigo Orlando Martínez a traer sus textos, que con gusto le publicaba Freddy Gatón Arce.
Así es que en lugar de una entrevista, el encuentro devino en una grata conversación entre amigos, donde a menudo cambiaba de rol y era ella quien pasaba a entrevistar al director Rafael Molina Morillo.
Juntos recordaron los buenos tiempos en que las personas eran apreciadas por sus conocimientos, las señoras tenían gran amor por la lectura y la buena música; y cuando coleccionaba “paquitos” y “muñequitos” ayudaron a despertar su amor por la lectura.
¿Cómo caíste en la literatura?
-“Envuelta de manera casi formal, sería la pregunta, porque no puedo recordarme a mí misma sin la literatura. La literatura siempre ha sido parte de mi corazón, desde que tengo uso de razón”, responde.
“Mis recuerdos más antiguos son de mi mamá, recitándome ‘La princesa está triste, qué tendrá la princesa, los suspiros se escapan de su boca de fresca’. Ya adolescente esperaba ansiosa “Billiken” ( revista argentina).
¿Te acuerdas Rafelito de esa revista?”, pregunta a su entrevistador (Molina Morillo), quien asiente, y le confiesa que de “Billiken” nació su interés y su vocación por el periodismo.
La vitrina con llave
Soledad recuerda muy bien que su madre tenía un armario con la puerta de cristal, el cual siempre tenía la llave puesta y “llegó un momento en que noté que la llave no estaba.
Parece que mi mamá se dio cuenta que yo estaba comenzando a leer y ella tenía algo que, según creía, yo no estaba en edad de leer”.
“Eso bastó para que yo me enganchara con la literatura y con las obras que se suponía no debía leer”.
Buscó y buscó hasta que encontró la llave.
No recuerda qué edad tendría en esa época, pero sí el primer libro que encontró: “El amante de Lady Chatterly”, de D. H. Lawrence, una obra que causó revuelo cuando fue publicada, porque describe relaciones sexuales muy explícitas.
Aquel encuentro furtivo con ese libro marcó definitivamente el alma de Soledad y a partir de ahí su identificación con la literatura, fue inevitable. Acaso tendría 15 años.
¿Para qué sirve la poesía?
“La poesía no sirve para nada, y yo pienso que ahí está su valor. El valor de la poesía está en que no tiene valor en la era del mercado, no puedes venderla, vivir de ella ni comprarla, y justamente ahí está su valor”, expresa convencida.
“Pienso que en este tiempo, a diferencia de lo que pueda pensarse, hay una vuelta a la poesía, porque los jóvenes -sobre todo- están leyendo más poesía, hay un regreso a la sensibilidad, porque se necesita.
En su opinión, vivimos en una época tan terrible, tan inmisericorde y tan brutal, de una crisis de valores y sentimientos, que la opción que le queda al ser humano es la vuelta a la sensibilidad y a los sentimientos, “porque es la única manera en que funciona el encuentro con el otro, y si el hombre no se encuentra con el otro y consigo mismo, no va a sobrevivir”.
Su primera publicación
El primer texto que publicó Soledad fue un cuento en “El Caribe”. “Tenía 15 o 16 años”, en la página literaria de Manuel Valldepérez.
“Sin decirle nada a nadie, ni a mi mamá, escribí un cuento y lo envié a “El Caribe”, con una nota a manos. Eso fue un lunes, y cuando abrí el periódico el sábado casi me dio un infarto al ver la publicación.
Ahí mi familia se enteró”.
Después de eso siguió mandando algunos textos a “El Caribe” hasta que comenzó a colaborar en “El Nacional” y después en el “Listín Diario”.
Luego vino un período de tres años en que abandonó la labor literaria, pero al retomar la escritura lo hizo con más pasión.