Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES. Las reacciones automáticas nos hacen hacer cosas absurdas durante desastres. Practicar y practicar ayuda a reducir el riesgo.
Eran las 10:30 pm y afuera estaba completamente oscuro. Una tormenta azotaba la nave y la hacía volar a poca altura.
La cola fue la primera en chocar contra el suelo. Larson salió expulsado de su asiento.
Mientras, el avión continuó derrapando sobre la superficie. El fuselaje se abrió en dos.
Lo siguiente que Larson recuerda, cuando despertó, fue que se encontraba de espaldas sobre restos del avión.
Luego estallaron los tanques de gasolina en las alas.
Eso produjo una lluvia de objetos que fueron cayendo alrededor de Larson. Como pudo se arrastró hasta el suelo para alejarse. Fue una de las 17 personas que sobrevivieron.
De hecho, Larson fue increíblemente afortunado dado que, apenas minutos antes, había hecho algo sumamente peligroso.
Antes del accidente, se encontraba sentado en las filas al fondo del avión, y, aunque la señal de abrocharse el cinturón se había encendido, hizo caso omiso.
La mayoría de las personas que se desabrochan el cinturón antes de una situación como esta, terminan muertas.
Reacción tardía
Sorprendentemente, muchas personas en escenarios altamente peligrosos no reaccionan rápidamente para salvarse.
Desde ponerse a discutir sobre cosa menores, mientras el barco se hunde en plena tormenta, hasta quedarse pasmado en la orilla de la playa cuando hay un tsunami en camino.
Los psicólogos saben desde hace mucho tiempo que la gente, cuando se siente presionada, toma decisiones autodestructivas.
«Los talleres de supervivencia no se centran en entrenar personas sobre lo que deben hacer, sino en evitar ciertas cosas que normalmente harían», explica John Leach, psicólogo de la Universidad de Porstmouth, en Inglaterra.
En su opinión, entre 80% y el 90% de las personas reaccionan incorrectamente ante una crisis.
Por ejemplo, un video grabado durante el terremoto en Japón en 2011, muestra a personas que arriesgaban sus vidas mientras corrían para agarrar botellas de licor en un supermercado.
Es como si una niebla cubriera nuestro cerebro durante las emergencias.
En el 2001 un profesor de la Universidad de Cambridge estaba remando en un kayak en las difíciles aguas de la Isla de Wight, en la costa sur de Inglaterra.
El fuerte oleaje hizo que el kayak se volteara. El profesor se mantuvo agarrado al bote durante 20 minutos, antes de recordar que tenía un celular.
La primera llamada que hizo fue a su hermana, en Cambridge (a más de 5.000 Kms.), luego a su padre (en Dubái).
Eventualmente fue rescatado, cuando sus parientes avisaron a los guardacostas.
Con este preámbulo, ¿cuáles son los comportamientos que debemos evitar cuando hay una emergencia?
1. Paralizarse
La mayoría de las personas tienden quedarse «congeladas» ante un desastre.
Aunque por fuera luce como una actitud pasiva, cuando el miedo nos paraliza, el cerebro está activando todos los frenos.
Mientras fluye la adrenalina y nuestros músculos se tensan, el «pequeño cerebro» primitivo ubicando en la base de nuestra nuca envía señales para mantenernos clavados donde estemos.
Es un mecanismo presente en todo el reino animal y para sobrevivir debemos combatirlo.
2.Incapacidad para pensar
A principios de los años 90, durante la Guerra del Golfo, Israel se preparaba para combatir a Irak.
Luego del ataque con gas, realizado por fuerzas iraquíes, el gobierno de Israel se preparó para lo peor.
Para ello, entregó a toda la población máscaras antigas y antídotos contra el gas nervioso. Al sonido de una alarma, la gente debería buscar refugio y hacer uso de su equipo.
Hubo 21 ataques, y aunque no se utilizaron armas químicas, se registraron más de 1.000 heridos, pero no por las razones que tú piensas.
Un 22% fue afectado por explosiones. El resto se debió a falsas alarmas. De hecho, 11 personas murieron al ponerse la máscara y no abrir los filtros de aire.
«El cerebro tiene una capacidad muy limitada para procesar información nueva«, explica Sarita Robinson, psicóloga de la Universidad Central de Lancashire.
En medio de un desastre, nuestra velocidad para analizar las opciones va de mal a peor.
Primero, el cerebro busca inundar el organismo con dopamina (la hormona para «sentirnos bien»).
Esto puede parecer contraindicado, dado que es una hormona asociada a la gratificación, pero la dopamina juega un papel fundamental en la preparación del cuerpo ante el peligro inminente.
La dopamina dispara otras hormonas, incluyendo adrenalina y cortisol, y es justamente por eso que todo se enreda.
Este coctel de hormonas apaga la corteza prefrontal, ubicada detrás de la frente, responsable de funciones fundamentales como la memoria.
Justo cuando más necesitamos nuestra base de datos, nos volvemos olvidadizos y somos proclives a tomar malas decisiones.
3.Visión de túnel
Una reacción típica ante un desastre es lo que se llama «perseverancia»: la tendencia a resolver un problema de una sola forma, insistiendo numerosas veces en la misma respuesta, a pesar de los resultados.
Esta visión de túnel se registra también en aquellos que han sufrido daño permanente en su corteza prefrontal.
Esto sugiere que, en situaciones de estrés, el cerebro simplemente apaga esta región, dejándonos con un pensamiento inflexible al momento de enfrentar una crisis.
4.Apegarnos a nuestras rutinas
«Muchas personas han muerto cuando regresaban a buscar la cartera que dejaron en casa o a verificar si habían apagado el horno…», cuenta James Goff, especialista en desastres y manejo de emergencias, de la Universidad de Hawái.
Este comportamiento es tan común, que los psicólogos le han puesto un nombre: «Comportamiento estereotípico«.
Cuando el vuelo 521 de Emirates se estrelló en el Aeropuerto Internacional Dubái el año pasado, videos mostraban a pasajeros tropezando en los pasillos llenos de humo, para sacar sus bolsos de los portaequipajes sobre los asientos.
El trasfondo de esto es que nuestro cerebro depende -en forma extraordinaria- de lo que nos es habitual.
Nuevas situaciones son extremadamente desgastantes para nuestra mente, pues básicamente debemos construir un mundo nuevo alrededor de nosotros.
Eso explica por qué nos cansamos tanto cuando vamos de vacaciones o empezamos en un trabajo nuevo.
5.Negación
En situaciones extremas, esto implica ignorar por completo cualquier factor de peligro.
«Invariablemente, más de 50% de la población lo hace. La gente va a la playa para ver un tsunami», advierte Goff.
De acuerdo con Robinson, la negación usualmente obedece a dos razones: la persona se equivoca y no reconoce una situación como peligrosa; o porque simplemente no quiere reconocerla.
La última ocurre mucho en incendios descontrolados, porque al evacuar tu casa estás aceptando que todo lo que dejes será destruido por el fuego.
«La gente tiende a esperar hasta ver el humo, y esto muchas veces quiere decir que ya es muy tarde para escapar», advierte Andre Gissing, experto en manejo de riesgo, de la compañía Risk Frontier.
Durante décadas los científicos han comprobado que somos malos calculando riesgo, porque en situaciones de emergencia nuestro cerebro confía más en sentimientos que en hechos.
Anulamos pensamientos estresantes y nos damos confianza a nosotros mismos, explicándonos cómo es que el peligro va a desaparecer.
Esto pudiera aclarar por qué los pacientes con cáncer esperan en promedio cuatro meses, antes de ir a un médico a que examine los síntomas que sienten.
¿Qué sí debes hacer?
En opinión de Goff, la supervivencia se basa en tener un plan.
«Si tú sabes lo que tienes que hacer con antelación, y comienzas rápido, generalmente logras escapar de un tsunami, aunque puede ser complicado».
En este sentido, Leach insiste en que uno debe reemplazar las reacciones automáticas con aquellas que pueden salvar nuestras vidas.
«Tienes que practicar y practicar, hasta que las técnicas de supervivencia se conviertan en tu comportamiento dominante», explica.
Sin embargo, no subestimes algo que no puedes controlar.
Preparación, actuar rápido, romper rutinas y evitar entrar en negación pueden ser otros mecanismos para mantenerse más tiempo con vida en caso de estar en un pésimo escenario.
Más allá de eso, también hay que recordar que algunas veces vas a necesitar una enorme dosis de suerte para lograrlo.