4 lecciones que aprendemos de Mujica

Ayer partió de este mundo Pepe Mujica, un hombre que inspiró y marcó la diferencia en el ejercicio del poder político cambiando paradigmas.
De él aprendemos a entender lo que es la verdadera pobreza, la estupidez del odio, la resiliencia ante la adversidad y a cuidar nuestro jardín.
- La verdadera pobreza:
Pepe Mujica pasó a la historia como el presidente más pobre del mundo porque despreció el vivir en un palacio presidencial para permanecer en su humilde casa en contacto con la naturaleza. También optó por un cepillo de los años 70 en vez de los vehículos de alta gama y las parafernalias de asociadas a las jefaturas de Estados.Mientras el mundo se admiraba de las austeras opciones de Mujica, él entendía que eran parte de la normalidad de la vida que un cargo no puede cambiar. Decía que no era pobre, sino que vivía con austeridad y que “pobres son los que quieren mucho y nunca se sacian”. Esta visión nos remite a la pobreza espiritual y de valores asociada a la codicia como la más real miseria humana. - La estupidez del odio:
Un hombre que vivió una parte de su vida odiando al sistema capitalista y lo que representaba llegó a reconciliarse con enemigos históricos porque aprendió que el odio ciega e idiotiza. Afirmaba: «En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas». - La resiliencia ante la adversidad:
Como guerrillero de ideología marxista, en su juventud, Pepe Mujica fue privado de libertad varias veces durando años encarcelado. Esta experiencia no lo derrotó, sino que reafirmó su convicción de incidencia política a través de una militancia que lo llevó a la presidencia de Uruguay. Reflexionando sobre las adversidades, afirmaba que “siempre vale la pena volver a empezar una y mil veces mientras uno esté vivo” y que los “derrotados son los que dejan de luchar, y dejar de luchar es dejar de soñar”. - Cultivar el jardín:
Mujica promovió políticas de consumo sostenible y vivió de forma ecológica sembrando sus propios productos. El nos enseña no sólo a cultivar la naturaleza, sino también el jardín de nuestra alma arrancando la maleza del rencor, la soberbia y la arrogancia para sembrar el perdón, la humildad y la honestidad.
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