
SANTO DOMINGO.- En aquella noche del 27 de febrero de 1844 se produjo una decisión firme de poder iniciar el proceso de independencia y evidentemente la separación de Haití de la República Dominicana como nación.
Así se refiere el historiador Apolinar Méndez al hablar sobre la trascendencia y la importancia de esa fecha emblemática del país, la cual considera debe ser valorada y reincorporada como una de las epopeyas innegociables y como símbolo fundamental no solamente de la independencia sino de la soberanía nacional.
"Un grupo de conjurados, fundamentalmente constituidos por los trinitarios, los cuales tenían el propósito definitivo, innegociable de separarnos de Haití en principio, porque la separación fue el resultado de unas acciones militares en principio y estratégicas políticas que iban a dar al traste con el proceso de independencia nacional", narra Méndez.
Durante los 22 años que precedieron a la independencia, toda la isla de La Española estuvo bajo el dominio de Haití, a consecuencia de la ocupación por parte de este país del estado de Haití Español, surgido fugazmente en 1821 en la parte
En 1822 las fuerzas militares de Haití dirigidas por Jean Pierre Boyer ocuparon la nación. Boyer dispuso una serie de medidas tales como la abolición de la esclavitud, que benefició alrededor de 8 mil esclavos, quienes una vez libertos, fueron obligados a permanecer como trabajadores en las parcelas de tierra de los antiguos esclavistas.
Impulsó la representatividad electoral de las poblaciones a diversos niveles y la puesta en vigencia del código civil francés en toda la isla. Impuso el servicio militar, a la vez que restringió el uso de la lengua española y eliminó algunas costumbres tradicionales, como las peleas de gallos. Prohibió a los dominicanos dedicarse al intercambio comercial y confiscó los terrenos y bienes de la Iglesia Católica.
La ocupación generó resistencia, desobediencia civil e incluso algunas conspiraciones que fueron develadas y hechos prisioneros o condenados a muerte sus miembros en un régimen que representaba cada día más el oprobio natural de una dominación extranjera.
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