Pierre de Coubertain nunca imaginó que una mafia organizada en diversas estructuras se iba a adueñar del movimiento deportivo.
Que la casi totalidad de los Comités Olímpicos del mundo iban a caer en manos de dirigentes que no respetan reglas para permanecer en el cargo.
Que en vez de aportar en beneficio de sus respectivas disciplinas se beneficien de ellas sin importar la forma.
Cada día se hace más difícil que un dirigente deportivo en cualquier país del mundo esté dispuesto a dar paso a otros, la mayoría de las veces con más méritos. Ninguno quiere perder las ventajas que le ofrece un cargo en cualquier federación o asociación.
Por ejemplo, aquí ejecutan fraudes muy diplomáticos, y a veces en forma descarada, para convencer, en especial a los dirigentes del interior, para que los apoyen en sus permanentes aspiraciones reeleccionistas.
Cuando se utilizan los recursos de una federación en tiempo de elecciones para que los presidentes de asociaciones pasen junto a sus familias fines de semanas en hoteles de lujo, es una forma de comprar conciencias. Aunque todavía hay unos poquísimos dirigentes serios, los demás están putrefactos.