Rockash y contaminación ambiental

Rockash y contaminación ambiental

Rockash y contaminación ambiental

Las cenizas representan la fracción no combustible de un material combustible, y están integradas por minerales como sílice (SiO2), alúmina (Al2O3), óxido férrico (Fe2O3), cal (CaO), magnesia (MgO), álcalis (K2O y Na2O) y trazas de metales pesados, entre ellos cadmio, cinc, cobre, plomo, manganeso y aluminio, y en menor proporción berilio, cromo, mercurio, níquel y vanadio, motivo por el cual no se incineran durante la combustión y quedan reducidas a un fino polvo, del tamaño del limo, pudiendo pasar libremente el tamiz de la malla No. 200. 

Los dominicanos estamos familiarizados con las cenizas, porque en el pasado la mayoría de hogares de nuestro país utilizaba leña o carbón vegetal para cocer los alimentos, liberando abundante cantidad de cenizas que eran dispersadas por el aire en las cocinas de nuestras abuelas, fruto de que la leña y el carbón vegetal contienen los minerales metálicos y no metálicos que el árbol absorbió del suelo durante su proceso de crecimiento.

 

Cuando el carbón vegetal o el carbón mineral son incinerados producen cenizas muy finas, fruto de que todos los carbones contienen minerales procedentes de los árboles que le dieron origen, ya que el carbón vegetal se produce a través de la combustión incompleta de los árboles, mientras el carbón mineral se produce a través de un proceso de fosilización de árboles sepultados hace millones de años, lo que le da un alto poder calorífico que permite su utilización en plantas térmicas.

 

Cuando las cenizas resultantes de la combustión del carbón mineral son mezcladas con materiales calcáreos reciben el nombre de rockash o roca de ceniza.

 

Usualmente  las cenizas del carbón son adicionadas al cemento portland gris para suministrarle propiedades puzolánicas, las que incrementan la resistencia del concreto a la compresión, reducen el calor de hidratación para que se agriete menos en las zonas calurosas, y le proporcionan impermeabilización y resistencia al ataque de los sulfatos; pero también se utilizan en la estabilización de los metales pesados que son transportados por los efluentes lixiviados de minas, vertederos de basuras y rellenos sanitarios; se utilizan como material de base y sub base de carreteras; como relleno fino (filler) del hormigón asfáltico para las carreteras y como relleno fluido (grouting) de huecos en obras de ingeniería, sin que se conozcan reportes de daños a la salud humana.

 

Sin embargo, es necesario aclarar que debido a la gran finura de sus partículas, las cenizas pueden ser fácilmente levantadas y transportadas por el viento, pudiendo acarrear serios problemas respiratorios a las poblaciones cercanas, razón por la cual es usual almacenar las cenizas en depósitos cerrados, y si hay la necesidad de almacenarlas al aire libre es preciso humedecerlas para que se aglutinen con las partículas vecinas, y al tener mayor peso sea imposible que el viento las levante y transporte.

 

Fruto del alto contenido de sílice (SiO2), que puede variar entre un 15% y un 60%, dependiendo del tipo de carbón, y fruto de la gran cantidad de partículas finas presentes en las cenizas, inferiores a 5 micras o micrómetros (5 milésimas de un milímetro), las personas que habitan durante más de una década en las cercanías de un depósito de cenizas que esté al aire libre, corren el riesgo de contraer silicosis, la cual es una enfermedad muy común en los mineros, la que produce fibrosis pulmonar y dificulta la respiración.

Del mismo modo, si las cenizas son depositadas en un suelo altamente permeable, las lluvias caídas sobre el depósito de cenizas pueden lavar parte de los elementos nocivos y arrastrarlos hasta el nivel freático, contaminando las aguas subterráneas, lo que siempre trata de evitarse.

 

La Agencia para la Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA), que en enero de 1980 las excluyó de la lista de desechos peligrosos, y trece años después de la lista de desechos peligrosos regulados, advierte sobre la contaminación ambiental que pueden originar si son mal manejadas y establece que deben depositarse en un suelo impermeable o almacenarse herméticamente.

 

Desde el año 1983, cuando en República Dominicana se construyeron las plantas térmicas de ITABO, se han estado produciendo cenizas de carbón mineral que han sido utilizadas por los productores de blocks de la zona de Nigua, San Cristóbal y áreas vecinas, aprovechando sus propiedades puzolánicas, con lo cual desapareció la mayor parte del volumen que había sido producido durante varios años de operación de las plantas Itabo, sin reportes de daños a la salud de los usuarios.

 

Pero en octubre de 2003 fueron depositadas unas 30,000 toneladas de rockash en el patio del muelle de Manzanillo, y enero de 2004 fueron depositadas unas 50,000 toneladas de rockash en el muelle de Arroyo Barril, Samaná, material procedente de una planta térmica localizada en Guayama, Puerto Rico, el cual fue autorizado a entrar al país por resolución de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, supuestamente para mejorar la capacidad de carga de los suelos de esos muelles, lo cual es técnicamente falso, sin tomar en cuenta que los muelles de Manzanillo y Arroyo Barril no eran lugares adecuados para depositar estas cenizas.

 

El vertido de las cenizas en los muelles de Manzanillo y Samaná originó una gran alarma social, aunque nadie explicó porqué Medio Ambiente autorizó que el país fuera utilizado como vertedero de desechos extranjeros, sin una evaluación  ambiental, y pese a las advertencias, se apostó por desviar la discusión hacia la toxicidad del material, en lugar de discutir la violación de la Ley Ambiental 64-00.

 

El 28 de noviembre de 2005, la Academia de Ciencias de la República Dominicana y la Secretaría de Estado de Medio Ambiente celebraron un panel sobre el rockash, panel en el cual el Secretario de Estado de Medio Ambiente, Dr. Max Puig, expuso todos los procedimientos seguidos por esa Secretaría para devolver a Puerto Rico o a cualquier otro territorio norteamericano todo el rockash, exponiendo también los altos costos inherentes a dicha devolución encapsulada, los que conforme a cotizaciones recibidas oscilaban entre 18 y 20 millones de dólares americanos, dinero que no estaba disponible ni en la Secretaría de Medio Ambiente ni en el Gobierno Central.

 

De ahí que, en nuestra condición de Coordinador de la Comisión de Ciencias Naturales y Medio Ambiente de la Academia de Ciencias, y coordinador de aquel panel, planteamos mezclar el rockash con el cemento portland, planteamiento que fue acogido por la Secretaría de Medio Ambiente y por el Presidente Leonel Fernández, lo cual se hizo de manera correcta en una de las plantas de cemento del país, con lo cual se dejaba resuelto el problema de la contaminación ambiental de Arroyo Barril, y donde se gastó apenas un millón de dólares de los US$6 millones que el Estado Dominicano había obtenido como arreglo frente a la demanda interpuesta contra AES en los tribunales de Virginia, USA.

 

Sin embargo, de nuevo se trae el tema al debate nacional, ya que el pasado viernes 06 de noviembre de 2009, el periódico El Nuevo Herald, de Miami, publicó en su portada que los niños de Arroyo Barril están naciendo deformes, sin brazos, con dos cabezas, con labios rotos y con calvicie prematura, lo cual atribuyen al rockash, y que en ese sentido un grupo de abogados ha interpuesto, en la corte de Delaware, una demanda civil contra la empresa que trajo el rockash al muelle de Arroyo Barril.

En un mundo donde nacen tantos niños deformes, por causas todavía desconocidas, es muy apresurado atribuir a las cenizas las tristes deformidades que se presentan en Arroyo Barril, porque nuestras abuelas y nuestras madres siempre estuvieron expuestas a las cenizas de sus cocinas, y sus embarazos generalmente terminaron produciendo niños normales y sanos, y quizás sea esta una oportunidad para que la Secretaría de Estado de Salud Pública pida la colaboración de la Organización Panamericana de la Salud en interés de que en Arroyo Barril se encaminen estudios médicos detallados, y comparativos con otras regiones del país, para medir los contenidos de metales en la sangre de las madres y sus bebés, a fin de conocer las causas de los problemas reportados por el Nuevo Herald.



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