Una de las características de República Dominicana, y que como sociedad nos sumerge de manera firme en el subdesarrollo, es que los ciudadanos son sometidos a consumir y pagar un conjunto de servicios malos y desiguales.
Esa situación, promovida y fomentada desde el Estado, la aprenden a vivir los dominicanos adultos con los malos servicios de salud, energía, alimentación; y como punto curioso, con la cultura.
Desde temprana edad la viven los niños en la escuela inicial y básica, sin energía eléctrica y con un número abusivo de niños en las aulas.
La promoción los lleva a los liceos y escuelas de media y a la universidad pública con el mismo problema.
A través del tiempo nada ni nadie ha variado esta situación, porque desde el Estado se ha fomentado una cultura para esclavizar al pueblo dominicano en un régimen de malos consumos.
Esto fomenta los planes sociales, que se nutren de los fondos que el Gobierno toma de los impuestos, pero que a la vez tienen su razón de ser en los malos sueldos que esclavizan a las familias dominicanas y las sujetan a un régimen de mala calidad de vida.
El tema de los salarios ha formado parte, en múltiples oportunidades, del discurso del presidente de la República, pero desde el Poder Ejecutivo nunca se produce una respuesta de Estado que corrija el régimen salarial de los dominicanos y que a la vez, como un efecto de dominó, incida en que el país pueda tener, de manera social y colectiva, mejores y eficaces servicios, que a la vez ofrecerán una mejor calidad de vida para todos.
