En el país se está registrando la malsana corriente de tirar lodo a trayectorias de bien de larga data y cimentada en mucho trabajo, simplemente porque en algún momento del ahora se discrepe de alguna opinión o acción.
Y lo peor es que encuentra un coro cómplice, como cuando en el circo romano se lanzaban personas a ser devoradas por las fieras salvajes.
Ese comportamiento, que cada vez es más común, vuelve a registrarse ahora con los salesianos.
Empiezan a aparecer los que lanzan a los leones la benemérita y prolongada obra de bien social de esa congregación religiosa solo porque uno de sus miembros decidió, por voluntad propia, apartarse de la constitución de esa orden fundada en el siglo XIX por San Juan Bosco.
La obra de bien de los salesianos por la juventud dominicana, en especial por la más pobre y desamparada, es larga y extensa.
Su obra de bien no necesita defensores, porque ella habla por sí misma.
Incluso, el sacerdote en desacato ganó nombradía por ejecutar trabajos asignados dentro de la acción social propia de los salesianos.
Los salesianos son los de la Escuela Agrícola.
Los salesianos son los de Niños y Niñas con Don Bosco.
Los salesianos son los de Canillistas con Don Bosco.
Los salesianos son los de los centros de acogida de niños en dificultad.
Los salesianos son los de los oratorios juveniles de los barrios Villa Juana, María Auxiliadora, Cristo Rey, Villa Consuelo, Don Bosco, La Vega, Jarabacoa, Moca y Santiago.
Por suerte que en países pobres y desiguales como este están los salesianos, cuyo trabajo social encantó a un otrora joven llamado Rogelio Cruz, que hoy es un salesiano en desacato.